Antoni Miró
Vicent Aguilera Cerni
Desde siempre, el arte de Antoni Miró se ha alineado con las filas del «compromiso». Es decir, se trata de un quehacer indisimuladamente político y que, por consiguiente, cada una de sus obras contribuye a la permanente actualización de un tema tan antiguo como lo es su problemática antigua e inexplicable. Cabe hacer hincapié en ese «inexplicable» dado que cualquier toma de posesión (y el abstencionismo también conlleva una) es de naturaleza política y da testimonio de una manera de entender la relación entre las tareas artísticas y la sociedad.
A estas alturas resulta ocioso y redundante retraer una cosa tan clara y archiconocida. Asimismo, nunca está de más subrayar la evidencia de un compromiso voluntario cuando son tantos los que siguen dispuestos a robarle sentido comunitario, proyección e interconexiones con las actividades humanas escondiendo «estéticamente» la propia domesticación que implica adhesiones pasivas a las mitologías y poderes dominantes.
Entonces, al recordar algo tan obvio como la negativa del artista Antoni Miró a ser un mirlo adiestrado y conforme con su plácido cautiverio no estamos eludiendo la problemática fundamentalmente artística sino, más bien, afrontándola de lleno. Porque el «compromiso», al establecerse desde los términos de una actividad específica, solamente es válido y eficaz -dentro de sus propias limitaciones- cuando uno lo concibe en términos de aportación estética y de enriquecimiento idiomático. La historia del arte es una crónica de inconformismos. Los «periodos» los establecen las escuelas a través de los grandes intérpretes de cada época; no obstante, son los pilares de la disconformidad los que descubren las claves visuales que exige cada instante.
En esta línea, la obra de Antoni Miró, si ponemos sobre la mesa sus cartas políticas, pertenece también al inconformismo de aquellos que buscan sin cesar los caminos visuales contemporáneos. A través del reconocimiento de su historicidad (la identificación con la propia época y sus tensiones) quiere rectificar el curso de la historia hacia rumbos positivos mediante la concienciación como antítesis de la alienación. Es decir, está, sencillamente, haciendo «arte». Y lo hace aferrándose a los elementos simbólicos y emblemáticos que juzga de comunicantes y activos en el presente.
Para cumplir la misión que se ha impuesto, Antoni Miró esparce su amplia capacidad, su fecunda inventiva y su creciente perfeccionamiento.