Antoni Miró: deconstrucción/reconstrucción
Porto Sanabria
Si la pintura es la creación plástica del mundo por medio de formas y colores, el mundo que Antoni Miró ha recreado con su trayectoria artística es amplio y proteico: va desde el sexo a la política, desde la interpretación pop de la historia del arte a la denuncia de la violencia, a la burla sarcástica de líderes, de monumentos y hechos consagrados, a la gracia de convertir los objetos cotidianos, máquinas o enseres de poesía. La perspectiva de Antoni Miró es tan abierta que resulta difícil hallar ese punto en el que se sintetiza toda su sensibilidad ante las cosas.
Manuel Vicent
Una de las cosas características de los autores con personalidad propia es la impronta que queda registrada en su obra, como una huella digital que acompañase cada pincelada, como pequeños códigos esparcidos que quisiesen hacemos patente a quién pertenece, de quién es hijo o amante. La obra de Antoni Miró se reconoce a simple vista, sin recurrir a ruedas de identificación ni pruebas de ADN. Es una obra que se inserta en un lugar destacado y con característica propias, en una cierta tradición en el arte contemporáneo, de la “Crónica de la realidad”. La enorme potencia de su comunicación, la inmediatez de sus alegorías, la intencionalidad de su crítica la hacen un auténtico referente de gran importancia: cada realización es una crítica, tan feraz como feroz, de absoluta mordacidad.
Antoni Miró realiza pinturas y esculturas. Al mismo tiempo, su carácter le lleva también a cultivar la obra gráfica y a hacer murales. Nos resultaría imposible pretender quedar inmunes frente a la enorme fuerza creativa de sus múltiples intervenciones plásticas: en vano podríamos pretender quedarnos inertes, pasivos ante estos brillantes envites situados frente a la mirada, dejándonos sin la posibilidad de permanecer en la cómoda neutralidad emotiva, forzando la máquina de nuestra inteligencia.
El autor construye imágenes partiendo de otra serie de imágenes procedentes, por una parte, del legado de la historia de la pintura, y por otra, las que llegan filtradas por los medios de comunicación de masas, sirviéndose especialmente de las suministradas por la vía publicitaria. El espectador de Antoni Miró, realizando un amplio recorrido por el vasto camino de su producción artística, va pasando por sucesivas etapas, unas instaladas en el sarcasmo, otras en la ironía, en el placer de los sentidos o en la rebelión.
Antoni Miró nos ha venido situando ante ensamblajes iconográficos que surgen de un proceso de selección de imágenes de acuerdo con un concepto y un propósito dados. Todas estas imágenes serán dislocadas y seguidamente reordenadas, puestas sobre la mesa, y a la vez que sirven de estimulación del efecto visual, translucen la acción catárquica experimentada por su autor. La idea del contraste que sus obras plantean tiene como base una sublimación subconsciente de anhelos y proyecciones. Esta idea del contraste, básica en toda su concepción artística, haciendo chocar, explotar la modorra y el perezoso sueño visual, se encuentra en la médula misma del trasfondo conceptual de su ideario artístico.
Su trabajo se basa en un proceso de deconstrucción/reconstrucción que va encaminado a configurar un nuevo corpus de imágenes pictóricas, todas ellas cargadas con una mayor polisemia, a medida que se van extrayendo de su contexto originario para terminar siendo instaladas en otro diferente. Un trabajo de intertextualidad, de relectura ¡cónica con el que ha logrado elevar el listón de la sagacidad metafórica o metonímica, una tarea de reformulación resulta satisfactoriamente, que pone sobre el tapete esa aguda faceta suya, tan versátil, extrapolando, alternando, reutilizando, metamorfoseando, dislocando... para volver a recomponer y resignificar mediante nuevos códigos lingüísticos.
Su obra rezuma a veces fina ironía, resultante de la metáfora encubierta o el recurso metonímico, y también humor, recalando en la crítica abierta, al sarcasmo e incluso a la sátira, como producto final del choque comparativo. Puesto que la ironía del objeto nos acecha, sería necio no utilizar este arma posmoderna para filtrar el pensamiento e imágenes. La ironía exige ser comparativa, reclamando una íntima complicidad.
En definitiva, la obra de Antoni Miró es, en palabras de Joan Àngel Blasco Carrascosa, “una obra elaborada para que el espectador comulgue, estética e intelectualmente, con ella. Una revisitación de su singularísimo mundo artístico, codificado a modo de reportaje denunciador, de un adalid de no pocas justas causas, preso del orden y el metodismo, obsesivo voyeur, tan curtido ya en la experimentación de diversos medios expresivos”.
Recientemente se le ha otorgado el Premio Octubre (en 40 años solo había sido otorgado a los artistas plásticos Alfaro y Tapies), y recibió de manos del Ministro de Cultura de Cuba la máxima distinción por la Cultura Nacional, con motivo de la inauguración de su muestra en la capital Cubana que continua en el Museo de Arte Moderno de Santo Domingo y con una itinerante por distintas ciudades de Uruguay.