Esbozo de carta a Antoni Miró
Miquel Martí i Pol
Voz: Núria Casanova
Toni Miró, que digo, escucha esto:
la impertinente verbosidad del tiempo
es una trampa devastadora y obscena
y tú que lo sabes pasas de largo y escribes,
lúcidamente, en el lado de allá del espejo.
Minucioso, dibujas claroscuros
sobre la piel cansada y vehemente,
para que la luz penetre por el tejido
incierto de los años y disperse claridades
mucho más allá del horizonte falaz
de este vaivén de un vivir trepidante
siempre próximo a la extinción.
¿De qué secreto pozo de silencio sacas
el luminoso y perenne sentido
de cada gesto, de cada movimiento?
Astuto y grave, ¿te ausentas del ruido
para convertir cualquier trazo en fuego
y pasar a ser más tierno y retador,
bien describes parábolas de viento
para incitar la lluvia y la desazón
a definir correctamente el rumbo?
Símbolos y espacio combinan el deseo,
el estallido del rojo y el sentimiento del azul
que solo tú sabes maestrear,
para desvelar el enigma tortuoso
de cualquier misteriosa mirada,
y así deshacer, sin mover ni los dedos
toda la sarta de adversas soledades,
que como un yugo nos ata y nos somete.
Pregunto mucho y tú siempre respondes
y es seductor dialogar con el vacío
de mí mismo hacia donde me atraes, tozudo
como un niño solemne y desenfadado.
Pregunto mucho y me hace de tornavoz
la desnudez del cuerpo y de la mente
que ningún espejo no acierta a reflejar
fuera de aquel que me ofreces tú.
Te pienso lejos, Toni Miró, y escribo
desacostumbrado a todo, cerrando los ojos
muy a menudo para no romper el hechizo
y aprenderme más, como quien deshace camino
para repensar el desencanto del futuro
sin el temor de tópicos sobresaltos.
Te pienso mucho, amigo lejano, y me gusta
conversar contigo silenciosamente
para convertir la quietud en canto
y ganar espacios de música sutil.
Todo se produce exprimiendo la soledad,
configurando ardidamente las palabras,
renunciando al oropel y al fasto
para alcanzar el éxtasis esencial;
todo se produce de claridades adentro
y el reto, el grito, la torpeza y el gozo
discreto, no son sino la aureola del rayo
con la que podemos, quizá, combatir la vieja
trampa del tiempo, verboso, impertinente
y, al fin y al cabo, obsceno y devastador.
(Octubre de 1992)