Saltar al contenido principal

Suite Havana, Antoni Miró

Josep Lluís Antequera

Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA)

Casi siempre soplan vientos de denuncia social anti-establishment por los mares donde Antoni Miró navega en su llaüt, con la vela latina desplegada y la elegancia conceptual de su ironía plástica como tripulante.

Acostumbrados nos tiene Miró a sacudirnos la conciencia con los temas derivados de las injusticias sociales, de la agresión a los derechos humanos, la marginación, la guerra, los distintos apartheid, en definitiva a la denuncia social y la toma de posición mediante el compromiso y la solidaridad. Pero cuando los vientos soplan cambiantes, se dirige con especial sensibilidad hacia otros asuntos, como las señales identitarias de país, las ancestrales costumbres sociales, el tribunal de las aguas, el ecologismo, la arquitectura, el retrato y otros aspectos humanos más íntimos como la sensualidad y el erotismo.

El erotismo en el arte viene de lejos, todo empezó con el dúo monoteísta de Eva y su amiga la serpiente para continuar con los amores y desvaríos de dioses y diosas del Olimpo en la mitología Griega, plagada de ninfas, faunos, y sirenas, el mito de la sumisión-dominación de Andrómeda, el acoplamiento sinuoso de Leda y el Cisne, la sensualidad de Venus-Afrodita , la rotundidad de formas en los desnudos de Rubens, el canon de Velázquez, la soltura de Goya, las odaliscas de Bouguereau y Cabanel , el poder seductor de Cleopatra y las simbolistas carnes color de luna de Franz von Stuck y los prerrafaelitas con las sugestivas imágenes de Ofelia y Salomé. Los desnudos de Gustav Klimt, Egon Schiele, Ramón Casas, Renoir y Picasso el expresionismo de Van Dongen o el decadentismo de Beltrán Masses hasta llegar a las vanguardias y los desnudos surrealistas en Paul Delvaux y las sensuales insinuaciones de Balthus por poner solo algunos ejemplos

Pero aquello que es bueno para arte no es necesariamente bueno para los artistas, que también habitan en la sociedad de consumo y padecen sus disfunciones formando parte de esa colectividad donde viven atrapados, que acaban explorando los diversos aspectos de la misma sociedad que los sustenta.

Cuando esta mirada es dirigida hacia las imágenes simultáneas de los mass media utilizadas por el pop art como referencias de la sociedad de consumo, empieza la toma de posición plástica de los artistas que adoptan compromisos diferenciados.

Uno de estos compromisos es el ético, que parte del lema Nulla Aesthetica sine Esthica y fundamenta la creación de aquellos artistas que se integran en el realismo crítico basado en principios y valores, implicándose en mejorar la sociedad. Desenmascaran en sus obras las contradicciones, lanzan su arte de denuncia sobre la misma sociedad que los sustenta para propiciar un cambio de rumbo a través de la parodia, la ironía, el contraste y la descontextualización en sus obras; este es el aviso a navegantes utilizando el pop art comprometido que encontramos en los valencianos Andrés Cillero, el Equipo Crónica ,el Equipo Realidad , Antoni Coll , Sixto Marco , Joan Castejón o Manolo Boix y el mismo Antoni Miró.

Una segunda alternativa pasa por un pop art radical que va más allá y entra en el cuerpo a cuerpo, en la directa confrontación contra los valores de la sociedad dominante para intentar acabar con ella a través de la transgresión rupturista con el shocker pop, tan emparentado con el underground americano.

La tercera opción que maneja el lenguaje del pop art es la documental y netamente formalista que se limita a describir la realidad tal como es, sin plantearse ni cuestionarla, narrando una crónica neutra alejada del cuestionamiento y del compromiso de reformar el status vigente. Aquí se encuadraría el pop de Warhol o Lichtenstein.

Jane Neal afirma que El cuerpo humano tiene el poder de someter, golpear y seducir… bien que lo sabe el movimiento figurativo cuando dirige su mirada explícita al cuerpo y lo desnuda resaltando las zonas más erógenas como centros iconográficos: nalgas, pubis pechos, la mirada del deseo… esta tendencia plástica posee una gran potencia visual con sus tintas planas que acentúa lo erógeno del cuerpo y aquí encontraríamos a Tom Wesselmann ,Richard Hamilton o Bernard Rancillac y los objetos de deseo de Marlene Dumas .

La suite Havana de Antoni Miró navega por estos mares pero en otras latitudes; parte del Ethos, es decir desde la honestidad de la propuesta para unas veces evocar y otras definir, sin ambigüedad semiótica, pero sin acentuar ni distorsionar. Utiliza Antoni Miró el Eros como herramienta de expresión de su Pathos interior, dejando apartado (no olvidado) el Thanatos y preguntándose si la petite mort que experimentamos en el orgasmo, es el avant-goût que da paso al éxtasis o la muerte.

Navega Miró atravesando olas espumosas entre el erotismo insinuado unas veces, otras es la cruda desnudez de los centros de la energía corporales al descubierto, cuyo centro es el omphalos.

Para construir la serie de desnudos de la Suite Havana, Antoni Miró se apoya en la pintura, el collage y la fotografía. Cuando trabaja el collage, utiliza limaduras de oxidado metal y barniz con las reservas de cinta de pintor, plásticos o periódicos que rescata y reutiliza de otras obras terminadas e impregnadas de restos aleatorios de pigmentos. Todos estos elementos que el pintor transforma y reubica, son colocados entre el azar y la forma, originando imágenes, contornos y expresiones nuevas donde el erotismo cede el paso a la recreación expresionista de la materia.

Cuando Miró acomete el universo femenino con el acrílico, emplea de base la fotografía para iniciar sus obras, fija en el negativo o en la imagen digital con el obturador de su cámara todo aquello que le llama la atención y elige entre las miles de fotografías que capta en sus viajes . Acude entonces a la pintura acrílica diluida que va tomando consistencia metódica, conforme avanza perfilando el rostro, moldeando el cuerpo, la mujer se sabe pintada, fotografiada, observada, posa para el pintor sin pudor.

Es así como la retina del autor se ha impregnado, desde los años 90 del pasado siglo, de las texturas, paisajes y mujeres de La Habana, de sus modelos que pinta en sus variadas posturas. Miró trabaja con varias obras a la vez, en un proceso de análisis y síntesis ,de lo genérico de los contornos fondos y encajes hasta lo específico de la posición, el ángulo de percepción, el femenino abandono de sus muslos, el erotismo de la mirada entregada , de sus desnudas nalgas que cobijan su sexo, ,su cuerpo moldeado por las líneas de fuga de insinuante figura, la mirada empapada de deseo, las torneadas piernas que parten como dos centinelas de las nalgas que guardan el sexo…el punto de partida de Georges Bataille, el pubis como una incandescencia geométrica perfectamente fulgurante. Como le ocurrió también a Paul Gauguin en La Martinica, Antoni Miró queda atónito por lo que ve. Enredada su retina en la sensualidad de la Habana permanece fascinado y conmovido por la autenticidad de la belleza del melting pot Caribeño, y es la experiencia, a través de su capacidad para el asombro, la que nos ofrece en esta galería de desnudos denominada Suite Havana.

Antoni Miró, de Museu

Más textos de Josep Lluís Antequera referidos a Antoni Miró

Otros textos referidos a Antoni Miró

Ir a textos