Romper el círculo
Jolanta Studzinka
Una línea sin fin ni comienzo, un círculo, una rotonda. El hilo de la historia vuelve a repetir su recorrido circular una y otra vez; sus eventos, aunque con protagonistas diferentes y en circunstancias distintas, se ajustan perfectamente al esquema que parece conocido siempre que miramos lo ocurrido. No obstante, resulta difícil detenerse y cambiar el carril redondo. Y así durante años, siglos y, ¿cuánto tiempo más?
La rotonda, base de la escultura “Las lanzas” de Antoni Miró, mide 45 metros de diámetro, el recorrido por la circunferencia tiene 141 metros y tardamos poco más de dos minutos en dar la vuelta alrededor. Sin duda, necesitamos muchos más para ver la obra, apreciar el encaje de formas y perforaciones que paulatinamente nos descubren la historia. El 25 de Abril de 1707.
La escultura no deslumbra por su forma sofisticada, ni por una construcción imposible o desafiando a las fuerzas de la gravitación. Se integra finamente en el entorno de las montañas gandienses cercanas al mar y convive con el movimiento cotidiano de la ciudad. Asimismo, gracias a su forma armoniosa ya la vez llena de dinámica nos rodea en su vida particular compuesta por un tumulto de personajes, y nos recuerda a través de la metáfora del cuadro la “Rendición de Breda” de Velázquez, un evento muy significativo para nuestra historia, una derrota de la que deberíamos aprender.
En conjunto pesa unos 30.000 kilos, es un peso considerable, como los 300 años que han pasado desde la derrota de Almansa. Tantas veces se repite el escenario y el guión, tantas vueltas que damos sin mirar y sin pensar, ¿cuántos años más serán necesarios para detener el círculo vicioso?
Los 12.000 agujeros, perforaciones en el acero, dibujan el campo de batalla, una agitación de personajes, caballos, armas, que vibran en constante movimiento cobrando vida a través de nosotros, los habitantes y los que estamos de visita, circulando con nuestros coches. El movimiento no se detiene alrededor de la rotonda y parece avivar las siluetas de acero que cumplen con su lucha ante nosotros. El caballo y el caballero se reflejan en la secuencia como si se miraron en un espejo; ¿nos reflejamos también nosotros? Nos vemos en los agujeros de las formas de los luchadores que componen el complejo recorte de héroes, rellene los huecos en el acero. Son necesarias las 12.000 incisiones para mostrar una historia, para reavivar una idea, para detener nuestro hipnótico paso circular que nos mantiene en un tráfico de impotencia y ceguera.
La escultura nos espera en llegar desde Valencia, tal vez es la dirección de la que debería venir la respuesta, la conciencia manifiesta en decisiones convincentes y motivadoras para la sociedad, ya que “...el mal viene de Almansa...”, y justamente desde la dirección contraria. A ambos lados de la escultura, 16 lanzas rojas y 98 oxidadas esperan preparadas para el combate, pacífico ahora.
¿Conseguiremos cambiar el ritmo circular que desde hace 300 años marca nuestra vida, cultura e historia?
Es imposible no detenerse, aunque sólo sea por unos instantes, porque la obra obliga a detenernos en nuestra marcha circular y a mirarla, relacionar lo visto y lo ocurrido hace años con el presente. Quizás, es por donde deberíamos empezar por cambiar nuestra historia repetitiva, para detenernos y considerar los acontecimientos, percibir lo que hacen el resto y lo que hacemos y podemos hacer nosotros. Denunciar la opresión y no ser opresores. Revelar la injusticia y ser justos.
Parece imprescindible detenerse en girar alrededor de la rotonda gandiense, para descifrar la idea de que plasman las perforaciones de la escultura de Antoni Miró. El paro y la mirada podrían ser el primer paso a hacer para conseguir la rotura del recorrido circular de hábito y el momento de reflexión sobre nuestra identidad.