Km. 14’5 Ibi-Alcoy
Joan-Vicent Hernandez
Sanantonidelsopalmo, mensajero de penas inconclusas y tijeras de cinco palmos, se levanta y mira, cada mediodía, sus dominios mientras Giuseppe arregla los últimos compases de una Aida joven y solitaria, junto a una balsa que se acaba de limpiar. La adoración suele ser entre las siete de la tarde y las dos de la madrugada. El resto de horas trabaja con un templador de diecisiete colores oscuros que Llop ladra desde su vejez en la sierra ibenca, donde Sofía vigila celosamente cada compás de aproximación al artista de calles estrechas y amarillos sangrantes. Desde su tierna infancia Ausiàs observa cada movimiento de pincel a los lienzos rasgados de símbolos del tiempo que le acompañará. Y todos seguiremos viéndolo con un mensajero de crónicas de la intolerancia, mientras Vicent, desde una estrella vigilante, le seguirá dando la fuerza del recuerdo tranquilo de un padre-compañero.
Ovidi, Francesc, Juana, Gonçal, Isabel, Lluís, Josep, Alfons, Carles, yo y tantos y tantos le acompañaremos a las horas del búho de oro y arrepentimientos que el barco de la constancia deberá llevarse lejos, muy lejos, mientras el amigo siga pintando.