A Antoni Miró
Joan Valls
En Alcoy, pueblo natal del pintor Antoni Miró, hace un siglo el destino de los eventos sociales europeos lo designó para ser hervidor escenario de una revolución social de resonancia progresista en el mundo. Una huelga en protesta de los bajos sueldos de los menestrales fue la chispa que levantó la hoguera. El trasiego tuvo ecos épicos, violencias y un asesinato en la persona de Agustí Albors Blanes, de mote Pelletes, alcalde de la ciudad entonces. Esto fue, a grandes rasgos, el hecho histórico. Pero, aparte de que el “petróleo” incendió algunas casas con gritos de rebeldía, el suceso dejó un rastro de vibración protestataria, cuyos orígenes se repitieron al través de los años en todo el mundo.
Alcoy, dentro del entorno de las codificaciones liberales, fue tachado de extremista, porque el hecho de inspirarse en ideas bakuninistas era ya suficiente para chocar con el mundo liberal de aquella época. Pero Alcoy, aunque fatalmente, quiso pasar a la historia como núcleo donde el trabajo y los trabajadores serían, años después, más respetados y mejor considerados.
En el siglo de distancia, aún el mundo vive herido por muchas injusticias y trasiegos donde la escondida tiranía de los poderosos frena las mejores expansiones humanitarias. Del “petróleo” a esta parte ha pasado un siglo. Antoni Miró, intérprete artístico, realista y punzante del mundo de hoy, vibra al unísono y con clamor mesiánico para una mejor justicia frente a los humildes.