Antoni Miró: la historia de la realidad
Jesús Pradells
Con esta exposición que la Universidad de Alicante acoge sobre la trayectoria artística de Antoni Miró hacemos balance de los más de sesenta años de vida de un pintor. Más de cuarenta años dedicados exclusivamente al arte. Un trabajo minucioso y continuo marcado por las referencias cívicas, por el compromiso social de un artista que cree en la utilidad y en la capacidad de persuasión de los intelectuales. Un compromiso que también se refleja en la trayectoria de Miró a la hora de participar en colectivos que favorezcan la relación y la influencia entre los artistas.
Porque la pintura mironiana ha dejado huella en varios artistas. Desde su diferentes estudios, bien desde Altea, bien desde el Sopalmo, ha estado constantemente conectado con los artistas e intelectuales más destacados de cada momento, tanto en el extranjero como en el país, un reto que le trae a mantener una relación epistolar con escritores, artistas plásticos o críticos de arte de gran interés para los estudiosos de su obra y del contexto social y cultural de los últimos cincuenta años de nuestro país.
Hay que decir que no estamos ante un pintor que se haya aislado físicamente en su estudio; en realidad, Antoni Miró siempre ha estado plenamente conectado a la actualidad y ha sido capaz de viajar de alguna manera al lugar donde están sus cuadros, que se han convertido en una extensión de su manera de ser y de pensar. Su obra, ya sea en muestras individuales o muestres colectivas, ha estado, y está presente, en más de cincuenta países. Y todavía en la actualidad, Miró tiene un especial cuidado con todas las convocatorias en las cuales participa, haciendo un seguimiento exhaustivo de la organización y el desarrollo de las muestras, ayudando en todo momento a ofrecer la mejor visión posible para el visitante. Así mismo, Miró se nos presenta como un artista que no se preocupa en absoluto por la crítica de los sectores más conservadores y que, en varias ocasiones, han intentado impedir la difusión de su obra.
Es un artista amigo de artistas que se preocupa constantemente porque él, mejor que nadie, sabe el que cuesta dedicarse a esta labor. No es extraño, por lo tanto, que se defina como un “trabajador del arte” del mismo modo que otras personas son proletarios de las industrias o de las empresas, con la diferencia evidente de la condición de asalariado de él mismo, una condición que lo otorga una independencia envidiable y que además apoya el espacio creativo más logrado de Miró: su Mas Sopalmo, un espacio que le da multitud de satisfacciones y que es uno de los condicionantes más grandes de la evolución de su pintura en las últimas décadas. Podríamos añadir, ahora más que nunca, que Toni Miró ha sido un historiador en potencia, en cuanto que ha interpretado los acontecimientos de la historia que más le han impresionado a través de su pincel. Una revisión de los hechos que nos ha aportado una de las miradas más lúcidas y críticas de nuestro entorno en los últimos cuarenta años.
No podemos olvidar en este breve recorrido de su figura, a través de su particular visión de la historia, su compromiso irrenunciable hacia sus amigos, y hacia cualquier iniciativa cultural o cívica que tenga carácter progresista y que busque la denuncia de las injusticias sociales tan presentes en su obra. Y es que en Miró pintor hay tres elementos básicos de Miró persona: la preocupación social, la reflexión nacional y el gusto por las personas. Un interés por la belleza interior de las individualidades conocidas que engloba los tres ejes apuntados.
Y en este sentido ideológico, cabe destacar la profunda influencia del escritor Joan Fuster en la formación del pintor. El escritor explicó a la generación de Antoni Miró que hacía falta superar la manipulación historiográfica que había ocultado el fracaso industrial y social del País Valenciano, que se tenía que poner fin a una imagen estereotipada y que se debía ofrecer una idea más moderna y global de una sociedad justa y consciente de las desigualdades sociales, al mismo tiempo que se situaba en el marco cultural que le pertenecía. La obra de Miró es consecuencia directa de estos postulados, convirtiéndose en una respuesta decidida y activa al clamor de Fuster. Es evidente que no es el único artista influido por las ideas del ensayista, pero seguramente se trata de una las trayectorias que quedan más marcadas por su influencia y de manera más homogénea.
Una vez evidenciado la vertiente social de su obra, queda claro que la pintura de Miró está siempre junto a los perdedores, y más en los últimos años, cuando ha sido capaz de añadir temas como el sexo o el urbanismo desaforado, destructor de la naturaleza, desde una ironía que inmediatamente hace cómplice al espectador de su obra. Y es que el contenido siempre es la base inicial creativa de su obra: hacer comprensible aquello que le preocupa.
Para acabar, me gustaría hacer hincapié en la continuidad de la figura de Antoni Miró más allá de su obra. Una preocupación por el paso del tiempo, que a la manera de Marcel Proust, siente crecer la angustia ante el avance cronológico. La mejor manera de superar este sentimiento es la de dejar constancia de su paso por la vida, la participación constante y la producción interrumpida. El tiempo pasa, pero su impronta y el savoir faire de Miró queda. Esta muestra es una gran ocasión para contemplar esa impronta, ese compromiso y esa visión del mundo que Antoni Miró ha desarrollado a lo largo de su carrera, dejándonos guiar por el camino trazado por este autor para disfrutar de sus obras y su evolución en el mundo del arte. Y por qué no, su profunda y particular revisión de la historia.