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A Antoni Miró

Jesús Pons Vidal

Cuando se creó en 1929 el Instituto de enseñanza media en Alcoy, Gil-Albert tenía veintidós cinco años y un mundo por delante lleno de esperanzas y de ilusiones que muy poco después se verían destrozadas por aquel fatídico levantamiento militar de julio del 36, y que supuso la liquidación de un montón de expectativas sociales y también culturales que se habían ido conformando en el primer tercio del siglo. Desclasado por voluntad propia, su voz, comprometida y coherente con la libertad, tuvo que vivir —en volver del inevitable exilio mexicano— en una época y en una sociedad triste, inmóvil y descolorida que el vertió definitivamente a la reclusión interior. De su propia clase conservó bien pocas cosas, si acaso su puesto afectado; y del mundo en que debió vivir la falta de reconocimiento de una obra poética bien valiosa. El 2004 ha sido el año del centenario de su nacimiento, el año de las consiguientes celebraciones y actos de reconocimiento, que han sido más o menos exitosos, para con un escritor inmerecidamente ignorado; ahora sin embargo, tal vez sea el momento de reubicar Gil-Albert como referente literario propio y todo leerlo, lo que él siempre había deseado.

Y el Instituto Pare Vitòria ha querido participar. Fruto de un entendimiento cordial con el pintor Antoni Miró, y de su generosa disposición, nació esta iniciativa que pretende homenajear Gil-Albert y, sobre todo, contribuir desde esta institución académica a difundir su obra, hoy, de una incuestionable calidad literaria.

Esta exposición debe servir para deshacer el desconocimiento injusto que ha sufrido la trayectoria literaria de nuestro poeta y es una buena ocasión para acercarse a ellos: por un lado revisitando sus versos y toda su obra, y por otro a través de la senda pictórica que nos propone la magia y la sutileza de Antoni Miró. Y lo que ha hecho Miró es un trabajo extraordinario, con un dominio de la técnica exquisito y con una semántica bien personal. Ha recreado el poeta y la ha hecho bien nuestro, le ha dado todo lo que la impostura le quitó: vida, movimiento y color. Veremos Gil-Albert desde 1'óptica y desde la técnica del pintor, que también dice la suya en cada uno de los veintidós cuatro grabados. Miró crea y recrea el viaje del poeta con unos recursos plásticos —el color, el dinamismo, el contraste... que el observador agradecerá; pero también, mediante la desaparición o la transformación de elementos textuales o gráficos, Antoni Miró, comprometido con su país, su cultura y su gente, ha intentado -en una operación identitaria claramente arraigar el poeta en un mundo y en un país un poco más normal que el que tuvo que vivir Gil-Albert.

El Instituto —este año que celebra su 75 aniversario— tiene la satisfacción de haber organizado esta iniciativa y de poder presentar esta muestra bastante ilustrativa de Joan Gil-Albert fruto de la creatividad, del trabajo entusiasta y del compromiso de este magnífico creador que es Antoni Miró.

A GIL-ALBERT 24 GRAVATS D'ANTONI MIRÓ

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