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Gil-Albert, el siglo manuscrito

Francesc Bernàcer

Porque los artistas no mueren, hoy presentamos a la curiosidad de nuestros estudiantes la obra de Gil-Albert más viva que nunca. Y vuelve, una vez más, ahora definitivo y abierto para siempre, a su tierra. (“Lo alcoyano me pertenece por entero”). La vida de Gil-Albert está en gran parte cubierta de silencios: transterrado ocho años en México y desterrado muchos más por la cultura oficial de la Valencia del franquismo. Pero la obra se mantiene luminosa como la cola de un cometa desvanecido ya en el tiempo. No diga que los jóvenes carecen de modelos de conducta o ideales de vida. El arte en libertad, la destreza literaria, la coherencia moral entre la vida y sus escritos son hoy remedio para la mediocridad que rodea la cultura oficial valenciana y que un bruto sistema de valores intenta ahogarnos. Con el modelo de su obra, con toda la fuerza de una debilidad sólo aparente, Gil-Albert nos da muchísimo más que todo lo que podamos hacerle nosotros. He aquí la pujanza del arte y las ideas.

Gil-Albert es nuestro. Eli es de esos seres privilegiados que montan la representación de la vida en el escenario inmarcesible de la infancia. (“Lo que vivimos cuando éramos felices y creíamos en las cosas no nos abandonará nunca”). Las moneditas de los primeros años en Alcoy enriquecieron luego todo su mundo sentimental y literario. Entre el secreto de estas montañas encontró un ideal de vida: Grecia y su cultivo de un espíritu libre, religioso en su paganismo, el Mediterráneo y la tierra olorosa, los mitos, la fiesta del orden y la armonía entre el cuerpo, el mundo y las ideas. El escritor más receptivo frente al primer paisaje, y las montañas del trabajo. Y nos dice que la vida puede encontrar su redención en la poesía, en la reflexión literaria y en el compromiso político. Que el arte es un lujo necesario, el motor y la respiración del alma. Por eso encontramos en Gil-Albert un modelo de lectura y de vida: intelectual, anárquico, republicano, homosexual, comprometido, independiente y libre. Un artista incómodo para muchos, pero cada uno elige la altura de su vuelo.

Ligado a los escritores del 27, por amistad, sobre todo, y ciertas inquietudes, se abre al mundo literario emparentado con el estilo y la estética de Gabriel Miró y Azorín. He aquí nuestra trinidad “provincial”. Joan Fuster escribe, sin embargo, que Gil-Albert es el valenciano que mejor ha escrito en castellano. Yo creo que supera a los dos grandes nombres en curiosidad y vastedad literaria. La guerra civil y los años de exilio en México (también “español del éxodo y el llanto”), naturalmente que lo condicionan o, mejor, le hacen tomar la causa del hombre, de la libertad democrática de la República. Después no tiene más remedio que elegir la escritura en solitario (“Hice mío en mi soledad el mundo”), sin ningún eco editorial y obligado a que su obra llegue al público con mucho retraso y, en cierto modo, desligado de grupos o generaciones, de lo que llamamos la actualidad.

Pero los lectores jóvenes y un grupo selecto de críticos despiertos se dan cuenta de la calidad, de la grandísima originalidad de sus textos. Llega al público, aunque es sobre todo un escritor de minorías, a partir de las publicaciones de 1974. Han cambiado los gustos, las modas literarias, la vida política del país, han pasado ya muchos amigos y mucha vida latente. Y él, siempre fiel a su estética, comienza a tener un lugar en el corazón de los buenos lectores incondicionales. Porque viene de los fontanares netos de los clásicos, de nuestra poesía árabe, los místicos, de la tradición europea de filosofía y literatura más exigentes. Como memorialista escribe la prosa más rica de sensibilidad y de sentido que se pueda leer hoy. Se interesa por el cine, por la vida política, la historia y, sobre todo, en el Heracles escribe uno de los tratados más originales sobre el homoerotismo. En verso o en prosa ha enriquecido el siglo como nadie.

Si no enlazan el pasado cultural, nos empobrecemos en la vulgaridad de un tiempo de hierro y plásticos. Pero, ¿lo que queremos no es una edad de oro y la renovación de nuestro pueblo? Ese futuro mejor nos lo han de llevar nuestros jóvenes. Que Gil-Albert rebelde, crítico, pensador vital y poeta sea el primer modelo artístico, el profesor de sensibilidad y energía de nuestro instituto.

A GIL-ALBERT 24 GRAVATS D'ANTONI MIRÓ

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