Reflexiones sobre Antoni Miró
Eberhard Schlotter
Di un pequeño rodeo por las calle viejas de Altea porque, mucho antes que lo conociera, ya me había impuesto, bien visible a las paredes, su opinión. El asesinato perfecto con pistola para pintar: «La capacidad de comprensión se manifiesta reflejando el infinito y captando intelectualmente la finitud.» La memoria del subconsciente es la hipótesis vengativa de los positivistas, y cómo que yo no lo soy, a veces el fulgor del pájaro Quetzal me deja algún ópalo cuando levanta el vuelo desde una roca. La guerra y el ser humano, ¡regreso idéntico y eterno!; más todavía: quién está a favor de la paz debe saber luchar para ganarla. ¡Oh, pobre Picasso!, ¡tú también llenaste el cielo nuclear con una multitud de palomas de la paz exangües! Biafra y Vietnam, Bangladesh y los Panteras Negras..., ya lo sé, son símbolos que representan muchas cosas: hambre, dolor, desesperación, muerte... El hambre no se pinta con el hambre, sino con colores y siguiendo las reglas del arte. Y el resultado tiene poco que ver con el hambre, aunque la cita se haga con cámara de fotos y máquina reprográfica. ¡Mira que eres diligente, Antoni! Qué ha hecho contigo la ola de libertad que desató el pop. Eres joven y te domina una impaciencia nerviosa, dispuesto cómo estás a cultivar un extenso jardín. Salí a la calle calurosa. La sombra, recordé que decía Max Ernst, es la capacidad que tiene la luz de alejarse. En la apertura vaginal de la puerta está sentada mi oponente detrás de una cortina de abalorio, y abanica las bragas para refrescarlas. Antoni, pensé, «quién eres tú...».