El tacto de lo intangible
Claudia Peter
Los cuadros de Antoni Miró eliminan barreras entre el arte, la vida cotidiana y el tiempo. Cuando en la “Fragua de Vulcano” de Velázquez, aparecen fragmentos de la la especialidad que poseaarquitectura de Antoni Gaudí, obras de Joan Miró y Pablo Picasso, cuando en las bicicletas la pipa de Magritte se convierte en manillar, el aparato para volar de Leonardo da Vinci en sillín, las bombillas del Guernika en farol y los bustos de los faraones en acompañantes, se mezclan épocas, estilos y concepciones del mundo que la historia del arte ve rigurosamente separados.
Antoni Miró no. Él cita obras de arte de diferentes épocas, repetidamente vistas, admiradas y reproducidas, las saca de contexto y las utiliza como fragmentos básicos para nuevas obras de arte. Aquello que se ve, admira y reproduce reiteradamente, resulta turbador y cansino. Es un hecho que las citas con fragmentos ilustres señalan los orígenes de lo representado, nos recuerdan anécdotas de su autor, cuyas circunstancias de vida y cuyos principios de definición permanecen como símbolo ideológico, como mito, icono i signo para reconocer una época. Los cuadriculados negros con colores básicos son obra de Piet Mondrian, el Gernika es la obra maestra de Picasso, Magritte hace a los hombres transparentes, Barnett Newmann teme al rojo, Gala es la modelo surreal de Salvador Dalí -en original relación, como fragmento citado—. Miró, sin embargo lo hace conscientemente, los convierte en citas, lejos de su contexto, combinándolos en uno nuevo, con la autoridad que poseen las obras de arte y que surge intangible como herencia cultural. Miró cuestiona lo heredado en nuestro tiempo, sus préstamos de la historia del arte ponen al descubierto temores que coartan la libertad de la cultura respecto a qué requisitos formales son aceptables, poniendo límites al intercambio entre el arte y la historia mediante la consigna museística Se mira y no se toca.
Miró toca, corta y mezcla. Libre del falso respecto al viejo museo, se mezcla con los antiguos maestros y con los clásicos modernos, les toma prestadas figuras y formas, sigue sus ideas y las pone boca abajo, las lleva al absurdo o formula a su través nuevas afirmaciones. Arte y vida se aproximan en los cuadros de Miró. Las composiciones irónicas traen consigo la reflexión de que la interpretación heredada sobre las relaciones entre el arte, el artista y la sociedad, sólo es una entre las muchas posibles. Muestran con que firmeza persisten las asociaciones y que cercanos están lo banal y lo superior.
La fascinación de los cuadros de Miró se basa en la ausencia de un modelo de asociaciones concretas. Se nos hace inevitable observar las propias creencias desde una cierta distancia. De este modo se abren posibilidades para nuevos puntos de vista. Y, tras viajar desde la distancia de la mano de Miró, al observar las obras prestadas ya nada será igual: Antoni Miró estará siempre presente.