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Antoni Miró

Ceferino Moreno

El primer hecho al que hay que enfrentarse en entablar contacto con la obra de Antoni Miró es su diversidad. Diferencia de dos órdenes: técnico y temático; si bien es preciso no olvidar que la interpretación de una realidad, cualquiera que ésta sea, en ser resuelta con fórmulas distintas, con materias disímiles, ofrece resultados aparentemente divergentes, dado que cada técnica tiene sus exigencias específicas conducentes a conclusiones no iguales. Y digo esto para, en parte, desdecirme en haber aludido a diversidad temática en el sentido de una cierta y posible versatilidad. No es así. Bajo la piel están los huesos. Y al debajo de cada técnica de Miró se encuentra la arquitectura, la constante de su obra, su suprema razón: el interés por el hombre. Ciertamente que su visión del hombre ha evolucionado desde el hombre sufriente, encarcelado, solitario, dramático siempre, pero subjetivo, aislado, anclado a los problemas individuales, hasta el hombre como ser social, pero número de una casta, marginado y despreciado como perteneciente a un grupo social determinado. La evolución ha sido manifiesta y rápida. Recordemos su exposición-homenaje a Salvador Espriu de 1971 y su serie “Amèrica Negra” de 1972.

También el tratamiento de sus obras —me refiero a los aspectos estilísticos— ha evolucionado desde un cierto expresionismo con connotaciones de otras tendencias a una crónica crítico-social mucho más contemporánea y, por supuesto, mucho más adecuada a las finalidades propuestas por el artista, dentro de la gran corriente crítica española, universal, ya gracias a nombres como Canogar, Somoza, Genovés, etc.

Antoni Miró, con su obra múltiple y su profunda preocupación por los problemas del hombre, se compromete con su tiempo y su entorno social, entendiendo por que los problemas de la sociedad de hoy no son específicamente los de nuestro territorio, dado que la interrelación existente a todos los niveles entre los pueblos hacen que los problemas de cada nación sean los de todas las demás. Por eso, cuando Antoni Miró pinta Amèrica Negra, trasciende la anécdota posible de la "negritud" y plantea, en su pura desnudez, la situación del hombre de hoy en medio de la sociedad que anhela para aniquilarlo.

AMÈRICA NEGRA (1972), L'HOME AVUI (1973)

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