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Antoni Miró

Alícia Suàrez-Mercè Vidal

Antoni Miró no es un descocido trabajador del arte, puesto que desde siempre se ha mantenido fiel a su realidad nacional. Inició la actividad el año 1960 y funda poco después el Grupo “Alcoiart”. En sus obras siempre ha habido una manifiesta intención por expresar, denunciar y reflejar aquellas situaciones producidas en y para nuestra sociedad; así lo manifestaban las primeras series que inició el año 1964, Les Nues; las de 1966, La Fam; las que trataban temas sobre el Vietnam (1968), y las iniciadas desde 1974, «El Dòlar».

Las obras presentadas en Barcelona son una recopilación del trabajo realizado a lo largo de estos últimos cuatro años, a través de metal gráficas, pinturas, pinturas-objetos, y esculturas en bronce. Aunque dentro de la obra de Antoni Miró parece haber una cierta diversidad, se encuentra unos rasgos comunes que nos permiten establecer una serie de grupos, al margen de una diacronía estricta; así vemos que a la hora de escoger los signos para su representación, existe la mezcla de imágenes de la historia del art de la época del Renacimiento, del Barroco... con otras de la sociedad actual (paquetes de tabaco, cigarrillos, botellas de licor, relojes de pulsera, gafas de sol, dinero, alpargatas...), y eso, lo encontramos tanto en obres de 1973 como la Gioconda, y en Esclau y Esclavitzador, como en otras más recientes. Este sería el caso de la pintura-objeto; Llances imperials, en la que toma la temática del cuadro de Velázquez, la Rendició de Breda, donde los vencedores y los vencidos se identifican con la problemática sufrida por nuestra pueblo. Constituirían otro grupo aquellas obres que toman como signo de representación un objeto de grandes proporciones, que se convierte el tema único: La sabata espanyola (La zapatilla española, 1975), la metalográfica El dòlar (1973-76), o las esculturas. El gran es fot al petit (El grande se come al pequeño, 1976), L’home mòbil (1976), L’home del capell de copa (El hombre del sombrero de copa, 1974). En todos se encuentra fundamentalmente un valor simbólico. També hay todo un grupo de obras dentro de les cuales les figuras humanas representadas, o bien aparecen fragmentadas o bien son figuras o personajes indeterminados, de los que nada más la contraposición con otros elementos nos facilitan la identificación (fusiles, vestidos militares, retratos de políticos, dinero, teléfonos...), como en L’escalada (1974), que sería la representación típica del hombre de empresa; Contra el futur (1973-76), las pinturas-objeto de los soldaditos Metamorfosi (Metamorfosis, 1975), y la metal gráfica Contra l’home (Contra el hombre, 1973-76), entre otros, a las que hay una referencia constante a los hechos acaecidos en Chile. Finalmente tendríamos aquellas obras en las que la utilización real o simulada de la estructura posterior del cuadro sirve muchas veces a Antoni Miró como un elemento de división del espacio para representar imágenes-secuencias, como la pintura Una noia i un soldat (Una niña y un soldado, 1974), otras veces es utilizada en las pinturas-objeto, como valla; Made in USA (1975-76); como un sitio común en el que convergen imágenes repetitivas; y sería el caso de la pintura-objeto dotada porque tome movimiento en accionarla; Sobre la processó (Sobre la procesión, 1975-76), el color que invade las pinturas de Antoni Miró no acostumbra a ser agradable: los grises, los, marrones y sobretodo el negro dan al conjunto de las imágenes un tratamiento agrio. Porque en el fondo, su preocupación por los fenómenos de alienación colectiva, por las luchas de los pueblos sometidos por otros, aunque la carga irónica que incluye en algunos casos y la utilización de recursos del «pop-art» (la parodia, la seriación, la fragmentación, la repetición...) hace que su obra se encuentre a medio camino entre el realismo crítico y el «pop art», y da al espectador de aquí o del extranjero, los elementos suficientes per a captar tota la carga intencionada que Antoni Miró se propone reflejar.