Antoni Miró otra vez con nosotros
Abel Prieto
Antoni Miró es hoy por hoy uno de los artistas europeos contemporáneos más conocidos en Cuba. La presencia de sus grabados en galerías cubanas, tanto en la capital como en las provincias, nos ha permitido dialogar con sus singularísimas exploraciones plásticas, siempre hondas e inquietantes, siempre reveladoras de la vocación ética de este creador. Con su arte, Antoni nos ha traído invariablemente su solidaridad. Recordemos que donó a nuestro país, de manera íntegra, la colección de su exposición itinerante “Para Cuba I” y que concibió y coordinó la muestra colectiva “Viaje de Papel (Para Cuba II)”. Para esta iniciativa de tanto valor cultural y solidario, se empeñó en convocar, y lo logró, a otros muchos artistas de España. Algunos de ellos conocían muy poco de nuestra realidad; pero Antoni los convenció con su tenacidad y la limpieza de sus argumentos y llevó adelante el proyecto trabajando a contra corriente, en medio del peor diluvio mediático anticubano. Y es que, en esta época, cuando no están de moda los principios, Antoni pertenece a la estirpe de los que se mantienen fieles a sí mismos.
Pienso que la misma coherencia que percibimos en su conducta se nos manifiesta también en su obra. Ella nos habla, de un modo u otro, directa o indirectamente, de la criatura humana, de su desamparo, de la intemperie moral donde sobrevive, de todo lo que la daña y envilece, de todo aquello que niega o mutila su dignidad. Un crítico ha considerado los verbos “humanizar” y “deshumanizar” como los dos polos esenciales que definen la obra de Antoni y lo ha llamado “un pintor humanista”. Creo que tiene toda la razón: Antoni representa el humanismo más puro y auténtico en tiempos particularmente crueles. Eso, por supuesto, sin permitirse jamás ningún tipo de retórica ni de melodrama y exigiéndole al espectador una actitud inteligente, activa, cuestionadora. Antoni ha reflexionado también sobre la memoria cultural y la institucionalidad de la cultura (aquí se expone parte de su serie sobre museos del mundo) y creo que con ello nos está obligando, muy sutilmente, a preguntamos si ese legado está cumpliendo la misión emancipadora que le corresponde, es decir, si está “humanizando” o contribuyendo sin proponérselo a la “deshumanización” generalizada.
Es muy estimulante que nuestro Museo Nacional de Bellas Artes reciba a este artista excepcional, que es, además, un ejemplo de integridad, coherencia y lealtad. Después del derrumbe tan poco glorioso del llamado “socialismo real” y ante guerras imperiales cada vez más impúdicas y el crecimiento de las tendencias fascistas, creadores como Antoni Miró simbolizan, con su obra y con su conducta, el inevitable regreso de las utopías.