Crónicas de viaje
Rodolfo Torres
En un mundo excesivamente materializado, donde cada privilegio es defendido a capa y espada, que alguien como Antoni Miró nos reconozca en la muchedumbre es sumamente significativo o, mejor aún, altamente estimulante para continuar en ese “largo y tortuoso camino”, al decir de Los Beatles, en la creencia de que existe un tiempo y un lugar donde el arte es de todos y para todos y no un espacio cercado donde unos pocos lo disfrutan y se autocomplacen en considerarse sus entendidos.
Se ha desmerecido tanto la naturaleza del arte desde su origen hasta su destino que parece ficción hablar hoy de ello; lo paradójico es que, siendo un acto natural crear, en el entendido de que la creación es un don innato, intereses de clase desde varios siglos atrás lo fueron transformando en representación de unos pocos en desmedro de los demás, la gran mayoría.
Antoni apareció entre nosotros hace un tiempo con peces en las manos y una caña de pescar, tan humilde que se puso a nuestras órdenes, para sumar una espada más en esa lucha eterna con los molinos de viento, pasaje inevitable en el derrotero hacia los sueños y utopías.
Sin conocernos personalmente creyó en nuestras palabras, todo va todo viene, entre sábanas de papel, correo mediante y, sin embargo, sentimos a un Antoni de camisa remangada al lado nuestro en cada proyecto que proponemos.
Sus muestras nos permiten incluirnos en esos lugares donde las banderas de arte oficiales o no, no tienen mástiles, donde una pared, unos spots, un camino vecinal determinan que no es buen ambiente para el arte, dejando a un lado a esos seres generalmente postergados de casi todo, salvo cuando son necesarios para sus intereses.
Antoni, junto a Clemente, se han transformado en esas dos columnas que dan marco a esa puerta dura de pelar que nos da la posibilidad de llegar a otra señal de las utopías para continuar.
Esta extraña coincidencia sobre ruedas
Esta extraña coincidencia sobre ruedas
Puso en láminas, con alas sus pinturas,
La espontánea proyección de alguna pena,
Y la pálida ilusión de toda duda.
No es un hombre, pues el hombre se repite
Es un pájaro un anciano y es un chico
Es el cielo del color que vos más quieras
Una plaza donde duermen los mendigos.
¿Quién ha puesto bicicletas sobre el río?
Sólo ruedas que se mueven y una pala,
Vi llorar una mujer en Palestina
Vi esculturas y pinturas en La Habana.
¿Por cuál puente se escapó de la montaña?
¿Qué motiva que lo vea en esta tierra?
En el alma del artista no hay fronteras
Fue franqueado por correo desde España.
(Julio Valdez Rodríguez. Octubre de 2009)
Antoni Miró, en Escuela nº 156 Clemente Estable, Santa Lucía
Era el primer peldaño de la itinerancia. El Abrojal abrió sus calles para que ese día, fiesta patria, la muestra inaugurara sus ventanas a la vida rodeada de mucho público y galas no rutinarias. Antoni se integraba a un evento, del otro lado del mar haciendo realidad aquella sabia frase del educador Paulo Freire: “NI POR NI PARA, sino EN”.
Escuela especial nº 215, La Paz
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Una escuela especial es habitualmente marginada del colectivo educacional, es el lugar donde están aquellos niños que no son continentados en otros centros, ya sea por su capacidad diferente, porque no están preparados o por sus desajustes conductuales, tal vez la sociedad moderna aún no está preparada para mirar lo que no quiere ver, por lo que tantas veces injustamente olvida esas escuelas y la tarea que se realiza en ellas.
A pesar de todo, esos niños nos enseñan que la verdadera sabiduría de la vida está en caminar y no en llegar, que el viento en contra nos contiene muchas veces para no desdibujarnos en los apuros.
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El viento y la lluvia llegaron antes que los niños, pero aún así ellos estuvieron. Se contrastaba el color de la muestra y de ella en los libros, con el gris del exterior, cargado de flashes y oscuras nubes. Los niños, desde su inquietud, llegaban con asombros y las piezas de Antoni pasaban de sus ojos a las palabras a la velocidad de lo mágicamente inverosímil.
La Paz hoy tiene su muestra.
Miró en San Martín de Porres
Crónicas de Antoni Miró en domingo
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Una tarde invernal de clemente sol permitió que “Miró de muestra” tuviera un buen marco de público en su apertura en el barrio San Martín de Porres en la ciudad de Canelones, gestionada por Las Maenades, grupo de acción artístico-cultural operante en el lugar. El espacio forma parte de una capilla que tiene particularidades varias, desde una arquitectura muy rupturista para la época en que fue construida hasta un santo negro como patrón. Allí los propios feligreses, vecinos ellos, fueron gestores de su construcción y también lo son de su acción actual y, por qué no, de su futuro.
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Dentro de la cintura del tendal, los textos de María Carbajal, las canciones de Julio Valdez, los poemas de Daniel Da Rosa y Las Maenades con sus pequeñas bailarinas de flamenco y una performance basada en la obra de Miró con música compuesta por Francisco Astorga dieron al evento un ritualístico encuentro con lo mejor de cada uno, en conjura con Antoni y sus crónicas visuales de la realidad.
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Tal vez en esa tarde noche de algún lugar de su comarca o del mundo, él pueda sentir en el viento que en un barrio periférico de una ciudad cercana a Santa Lucía su arte y su generosidad fueron agradecidos.
Antoni Miró en Villa 25 de agosto
Ver la muestra cobijada en esa fiesta de la diversidad y registrada por la mirada de quienes, entre sorprendidos y admirados, parecían no creer que aquello que estaban disfrutando eran obras reales y no fotos ni fotocopias, como acostumbran llegar por estas costas, hizo que valiera la pena seguir recorriendo lugares con “los tendales” tratando de que el arte y la cultura sea de todos y para todos sin restricción.
Desde allá... desde Alcoi nos llegan espejos, es tiempo de socializar el conocimiento, las herramientas y el arte que los conjuga, desde la apertura y la solidaridad entre nosotros. Alguien... Antoni... nos reconoció y se sintió parte de nosotros... nos mandó una bolsita de vientos y otra con semillas, las herramientas son nuestras, tanto como lo que viene llegando.
El 11 de septiembre, en un lugar llamado Villa 25 de agosto, los vientos y las semillas de Antoni Miró se encontraron con otros vientos y semillas bajo el cálido continente de las circunstancias y sorprendentes conjuras.
Antoni Miró en Villa Cardal
Miró de muestra en Villa Cardal en el primer atardecer de la primavera. “Valentina está sentada en un banco frente al río. La ciudad es un domingo de hojas muertas. Una barcaza pasa lentamente como el ancho bote de Caronte.
Sus ojos languidecen y entreabre sus labios para que escapen las palabras en busca del aire. Les quita las arrugas a sus alas y les sopla al oído versos que luego caerán por su propio peso al...”
Así empezaba Daniel Da Rosa la presentación de la muestra.
Desde afuera, la tardecita aún entraba por las ventanas. Villa Cardal iba abriendo la puerta a su gente de Miró de muestra. Capital nacional de la lechería, su entorno se encuentra rodeado de establecimientos rurales y es también la primera población del mundo con una educación pública, donde cada niño sin excepción tuvo una computadora, comienzo del Plan Ceibal que al día de hoy permite decir que todos los escolares de la educación pública tienen en sus manos una computadora para estudiar.
Allá en Alcoi, Antoni tal vez en un momento de calma en su tarea creativa haya mirado hacia el sur.
La primavera trajo a Villa Cardal, en su primer atardecer, a Miró...
Al viajar a Montevideo y llegar a Tres Ombúes, uno fue reencontrándose con el interior del país donde uno vive, presentándose ante los ojos un mundo dentro de otro, que nos devolvía casas bajas, calles angostas y desmejoradas, gente con ropa de “todo los días”, por lo que al poco rato de estar nos encontramos con un lugar muy parecido, tanto como su gente, al que horas atrás habíamos dejado. Antoni llegaba para compartir su arte grande y solidario, en un lugar a los pies del cerro de Montevideo llamado Tres Ombúes que, al fin y al cabo, es un puente hacia varios olvidos en nosotros mismos.
Antoni Miró en el Centro Cultural Rodó Santa Lucía
En los jardines de la entrada, la primavera ponía el cristal del sol para realzar la naturaleza, de la misma forma que la antigua casona y sus mapas de vivencias ponían sus respetos para dar espacio a Miró de muestra.
Daniel Da Rosa y María Carbajal leyeron sus letras vestidos por tendales generosos que tienen su origen en Alcoi.
Esas crónicas de la realidad, que a modo de ventanas se abren para concientizar a la mente y el corazón y no al ojo, casi como último esfuerzo para que este universo ya no tan nuestro pueda iniciar una tibia mueca de sonrisa futura.
Antoni Miró nos alcanza esas ventanas inobjetables para que cada uno de nosotros pueda releer nuestros entornos e interiores cada día en busca de caminos afines a nuestra razón de la mano de la justicia.