A Antoni Miró
Vicent Aguilera Cerni
Las obras recientes de Antoni Miró plantean el conjunto problemático del realismo social. Esto es, a la vez, decir poco. De una parte, está la crónica de unos hechos inmediatos, a veces tangible, siempre hiriente; de otra, está la crítica que comporta un juicio moral y un llamamiento para el despertar de las conciencias. Por consiguiente, este tipo de realismo implica una postura comprometida y en las antípodas de la neutralidad, bien entendido que las actividades llamadas «neutrales» son la coartada con la que los funcionarios de lo establecido tratan de encubrir su adhesión.
Que el trabajo de Antoni Miró pertenece al campo de la cultura comprometida es algo tan evidente que no hace falta mencionarlo. La verdadera cuestión que suscita es de tipo lingüístico, ya que el realismo social en cuanto crónica de acontecimientos y crítica de sucesos solamente será válido si alcanza o supera un mínimo nivel cualitativo y se acerca al logro de una comunicación eficaz. En tal sentido, es notable el esfuerzo de Miró. La claridad de las imágenes, la actualidad de su repertorio iconográfico, la relación entre el signo y el hecho que refleja, la intencionalidad y el procedimiento técnico puesto a su servicio para lograr que las obras sean accesibles le sitúan en lugar destacado dentro de los artistas españoles que intentan conectar con la realidad de modo activo, beligerante y positivo.
Es decir, para Antoni Miró, el arte producto histórico es un instrumento para transformar la historia. Aunque no tuviera otros valores a su favor, ello bastaría para justificarlo.