Pont i boira (Puente y niebla)
«El espectáculo de lo bello, en cualquier forma que se presente,
eleva la mente a nobles aspiraciones»
G. A. Bécquer
¡(El Pont Nou)El Puente Nuevo! ¡El Puente de San Jorge! ¡El Puente de los Navarros! Muchas acepciones para un mismo símbolo. Una pieza de ingeniería, bien tocada de elementos arquitectónicos, que salva obstáculos, desniveles de gran altura y, también, la enorme garganta del barranco. Y una espléndida corona de sierras vecinas confirman un bello retrato, donde la belleza satisface los gustos de los más y acomoda el orgullo de los transeúntes que surcan, día a día, la línea esbelta del tablero. ¡El puente Nuevo! Aunque ya existen más nuevos, pues todo es cuestión de tiempo y de necesidades. Y Alcoy tiene necesidades. Hay que salvar distancias entre barrancos y facilitar, también, el encuentro entre vecinos. La vida, los asuntos vitales que nos encargan los astros, se resolverá, incluso, con un cierto grado de fantasía. Somos afortunados si miramos que, en cualquier momento de nuestra pequeña historia, ha habido una buena dosis de fantasía y de ilusión. O de compromiso con el tiempo que nos ha tocado vivir juntos. Seguramente son las razones de procurar hacer las cosas como es debido, con disciplina, y con voluntad de lograr resultados favorables. ¡Y eso es una suerte! ¡Una gracia! Y una forma de ser..., un talante que no se improvisa y que firma, con buena letra, el espíritu colectivo. Así.
El pintor Antoni Miró ha transcrito, con una letra muy, muy cuidada, buena parte de las cosas que hemos, ya, enunciado. El artista ha concebido un trabajo (una subserie) bajo el nombre de Costeres i Ponts, donde la presencia de puentes y de arquitecturas ciudadanas ilustra ampliamente la realidad que, lentamente, con los compases justos de los años, ha ido conformándose sobre la geografía doméstica. Y si la letra ha sido ensayada con pulcritud en los cuadernos escolares de forma conveniente, los pinceles, como una especie de extensión espiritual, han dignificado, aún más, el valor de lo existente. Costeres i Ponts quizás sea una estrategia inequívoca del amor. El resultado de la experiencia de vivir, y de los equilibrios que vienen a resarcir los harapos de la existencia. Costeres i Ponts se incorpora al tejido cordial del artista Antoni Miró, y éste nos procura el traslado de las voces, las miradas, de las caricias del viento, de las nieblas y de los días de lluvia; de la esencia de ser y de sentirse entrelazado por los lazos firmes de pertenencia: “...el arte es sobre todo un estado del alma”, asegura el pintor bielorruso Marc Chagall. Costeres i Ponts es, seguramente, una canción de canciones, y con melodía propia, inequívoca y constante. Arcadia particular del pintor secuestrado por la pasión de vivir, de contar y de transmitir. Y habla para todos cuando canta. Y dice muy serenamente para los que no pueden rehuir, tampoco, la realidad que les es tan próxima, porque les pertenece, porque es bien suya, porque, claro está, han tenido el mismo privilegio a la hora de elegir un paraíso. Y este ha sido el resultado de la elección.
Y de Costeres i Ponts hemos elegido la obra de Antoni Miró llamada “Pont i Boira” de 2015. Obra realizada en acrílico sobre lienzo, y que mide 114x162 cm., perteneciente a la serie Sense Serie y a la subserie Costeres i Ponts. “Pont i Boira” es la imagen del Puente de San Jorge, con su déco característico, y que se ha convertido en símbolo de buena parte del nuevo urbanismo ciudadano, tanto como pauta de comportamiento estético en cuanto a mobiliario urbano se refiere. El Puente de San Jorge es algo más que un puente para atravesar una orografía inclemente. Se ha convertido en capital que ilustra una intención a la hora de llevar a cabo una afirmación categórica. Ha sobrevivido al paso del tiempo incorporando matices de ejemplar belleza: «... todo pasa; sólo el arte robusto es eterno», confirma el poeta parnasiano francés Théophile Gautier.
La imagen que nos sirve Antoni Miró incorpora elementos extraños en esa parte de la ciudad: los coches. Y parece una perfecta ironía que las máquinas permanezcan aparcadas debajo del puente cuando lo esperable sería que formaran parte de la acostumbrada circulación sobre la línea del tablero. Automóviles que, por otra parte, le otorgan un cierto aire de modernidad a la propia estructura del puente colosal, percibida desde el punto de vista del pintor.
Otra realidad que concurre es la presencia de la niebla como elemento funcional de la propuesta. El meteoro desdibuja, pero trasluce, las aristas de la ciudad que vierten al valle. Una especie de fuerza recurrente que el artista confirma en diversas obras de esta misma serie. Una recurrencia al sueño y al misterio elevan los valores de la ciudad. Las cosas que viven a escondidas, pero que se insinúan, en buena medida, porque todos las conocemos. Quizá una voluntad de incorporar los matices de otro tiempo y que nos posibilitan el franco reconocimiento. La niebla como una especie de ancestro que, con anterioridad, en todo momento estaba presente en la ciudad de los largos inviernos. Así pues, el Pont Nou parece emergido de un sueño, como una especie de prenda que el tiempo no ha podido dañar. O tal vez nuestros ojos siguen siendo los mismos que en otro tiempo miraban admirados, quizá incrédulos, tanta fortaleza, tanta constancia sobrevenida, tanta audacia de nuestros mayores. Y con la comprensión, también el posterior respeto. Con dos arcos y al go más, el artista Antoni Miró se ha bastado para ganar nuestra mirada, nuestra lealtad a la causa de la belleza, y el orgullo de pertenecer en este lugar ganado a las montañas. Dos arcos y algo más para decir tantas cosas que nunca podrían caber en un baúl de madera antigua. El arte de aprovechar la oportunidad y arborar, después, la propuesta que hermana tantas voluntades compartidas. Los recortes de vida, los fragmentos de realidad y la precisión de acertar el alfabeto de la querencia están presentes en esta pintura de Antoni Miró: «...lo mismo que un río: el hombre es cambio y permanencia», acompaña en su reflexión el biólogo y escritor francés Alexis Carrell.
Y el azul de un cielo limpio acoge la imagen toda del puente y la impulsa, con fuerza, hacia el receptor. La solemne presencia de la construcción, bandera de la ciudad, gana enteros, merced a la pureza de la atmósfera que se eleva por encima, incluso, de la misma realidad. El cielo se convierte en paradigma de salubridad y de confort a la hora de apreciar las ventajas de estar presente. Una manera de acrecentar las ganancias que el arte confirma. Al artista Antoni Miró no le faltan las palabras, pues le sobran las intenciones, y también la voluntad para presentar lo mejor que la herencia colectiva ha acuñado: “...preocupado del sentido, y las palabras saldrán por su propia cuenta, nos ayuda en su reflexión Lewis Carroll. Y se lo agradecemos.
Josep Sou