Saltar al contenido principal

La mirada «Les meves vacances»

«Jo sóc fill de família molt humil.
Tan humil que d’una cortina vella
Una samarreta em feren: vermella»
Ovidi Montllor

No es necesario decirlo, pero este cuadro de Antoni Miró es el fiel resultado de una larga trayectoria de vínculos y de amistad. Es, quizá, el resumen que certifica todo lo que el pintor siente por su amigo, ausente? Creemos que debemos responder a esta pregunta que nos hacemos de forma negativa: NO. Ovidi Montllor, l’Ovidi, nunca estará ausente mientras el pintor Antoni Miró permanezca en este mundo, pues el artista, con su mano, y con su atareado espíritu, prestará aliento suficiente a la causa de la pervivencia en la memoria, o lo que es lo mismo, y dicho de otro modo, el pintor se interpondrá entre el olvido y el abandono para formular nuevas vías que acojan la memoria cálida y atenta. Así son los amigos. Así la fuerza del recuerdo. Así son las garantías de la bondad en el ejercicio permanente de la razón íntima que afianza la esperanza ..., recordar es vivir otra vez en el pensamiento de las personas. Recordar es, tal vez, un deber de gratitud y, además, nos afloja, un poco, la pena.

Exégetas del pintor Antoni Miró, estudiosos preclaros de su obra artística, y biógrafos muy bien documentados hasta el último rincón de su vida, aseguran, y aciertan, en la profunda relación de ambos artistas: el polifacético Ovidi Montllor y el multidisciplinario Antoni Miró. Y cuentan, y no acaban, acerca de las mil y una anécdotas que los une y hermana. Cuentan con largueza de sus experiencias conjuntas, de sus razones y del cosmos que los abraza. Hablan de la confianza, de la proximidad ideológica, de sus preocupaciones y también de sus esperanzas. De todo hablan. Y cuando hablan dicen bien, pues conocen ambas trayectorias y han tenido la suerte inmensa de poder establecer la aproximación precisa después de largas horas de conversación con el pintor. Y es una suerte que podamos disfrutar de tanta documentación, tras la esforzada pericia investigadora. Es una suerte conocer de primera mano la joya que han compartido Ovidi y Antoni Miró. Hay un asunto, sin embargo, que nos gustaría poner de manifiesto. Si se quiere, demasiado intimista, o bien osado por nuestra parte, pero nos arriesgaremos y daremos nuestra opinión.

Para entender la relación de Ovidi Montllor con Antoni Miró, nos debemos internar por los cuadros que el pintor dedica al amigo. Hay que saborear, muy despacio, la Subserie Ovidi Montllor para alcanzar una opinión que se aproxime al diagnóstico que ya habíamos proyectado, un tanto impertinentemente, desde el inicio. Sí, hay que interrogar cada uno de los cuadros que Antoni Miró ha dedicado al amigo, a su compañero Ovidi. En ellos habita la experiencia de toda una vida para la creación, y para resolver el entramado de trampas que nunca terminan de sucederse al borde del camino, justo al lado de la vida.

Carta a casa, El diluvi, Visc el que veig, Garrotada, M’aclame a tu, Als pares, La samarreta, Crònica d’un temps, Cançó de les balances, Una nit a l’òpera, Món divertit, Cançoneta juganera, Xafarderies, Assaig de càntic, Perquè vull..., L’Ovidi de vacances, Memòria, La mirada, Tango, Vacances, Història, Vermella, Aquí manca l’Ovidi, Políptic d’Ovidi, Ovidi en la memòria, A la vida (A Ovidi Montllor), A Teresa i Ovidi, La mirada (Les meves vacances), Lliçó de sumes, Hèctor-Ovidi, Una de por, Història d’un amic, Escolteu l’Ovidi, Coral romput (A V. A. Estellés), A Ovidi, Proletariat, Senzillament l’Ovidi, Bon dia Ovidi, A Ovidi Montllor, De vacances, De vacances 2, Faré vacances..., y un largo etcétera, conforman y confirman la cuidadosa necesidad  que el pintor Antoni Miró ha tenido de manifestar su alto grado de fraternidad hacia el artista y amigo Ovidi Montllor. Antoni Miró nunca elige ligeramente sus motivos, por el contrario lo que hace es profundizar con la propia mirada en el escenario donde se mueve la existencia común de los hombres. Y en este caso que nos ocupa, la pintura que habla de Ovidi, toda ella, inscribe la sutileza de los movimientos corporales del cantante, pero un poco más allá aún, rescata del silencio la mudez de la imagen y nos acerca la voz del cantante con la vehemencia de un estímulo eléctrico y lleno de nervio. Antoni Miró escucha la voz intacta nuevamente, describe la parábola del tiempo y la fragilidad de las horas, renueva, pues, el milagro de la existencia cuando nos otorga la gracia del vuelo que nos acaricia otra vez. La magia de la pintura! La riqueza del arte! La sutileza de los afectos! La necesidad de hacer presente la intimidad! La cordial manera de entender el afecto! La maestría de conjugar al mismo tiempo el verbo querer! La pintura sobre Ovidi Montllor de la mano de Antoni Miró: un rescate; la anulación definitiva del paso del tiempo. Captura de las emociones, interpretación de las intenciones, conocimiento de las comunes geografías existenciales, visita de la intuición, el arañazo de una sonrisa, la fugacidad de la mueca, el estímulo de las manos en el aire, la percepción de las ondas que alertan del instante, el soliloquio transformado en diálogo sincero, la beatitud de la bondad de los días de calma, la participación de las estrategias de la vitalidad.

Así, «La mirada» (Les meves vacances) es un retrato de Ovidi Montllor. Una obra que describe, sin palabras, lo que hay detrás de un lienzo. Todo lo que dice un trazo en el seno de una pintura. Todo lo que alienta en la ternura y en la sensibilidad de la amistad. Una obra de 2003 y construida en acrílico y dibujo sobre lienzo, y que tiene unas medidas de 100x100 cm. Pertenece, esta obra, a la serie Sense Títol, y a la subserie Ovidi Montllor. Pues bien, lo principal en la propuesta artística, el título nos lo confirma, es la mirada del objeto pictórico: la mirada de Ovidi Montllor. Una mirada especial, entre profunda e incrédula, entre serena y abismada en el valle de las mil preocupaciones, entre indulgente e inquisitiva. La mirada que Antoni Miró nos traslada es, quizá, el caleidoscopio de personalidades que en todo momento se ha manifestado en el temperamento de Ovidi Montllor. El no saber aclarar con total certidumbre ¿qué tiene en la cabeza el artista cuando mira fijamente? Y el dibujo hace justicia al carácter y a la fisonomía de Ovidi Montllor. Parece que se acaba de levantar por la mañana en casa del amigo, en el Sopalmo, y pide tomar un café bien cargado, después de decir buenos días Toni, en el hipotético caso de que el pintor haya decidido cambiar el turno laboral, cosa difícil, por cierto…, casi imposible.

Y nos gusta recordar, pues ésta y otras pinturas de Antoni Miró nos precipitan la memoria, las canciones de Ovidi que nos han acompañando, también ahora lo hacen, durante tanto tiempo en un discurso intemporal. Canciones que, en nuestra perenne ingenuidad, hemos necesitado para crecer. Canciones que con timidez infinita nos hemos aprendido para poder decir que nosotros también éramos del pelotón de los afectados, o de los afortunados conscientes de la trinchera. Canciones para subsistir o volar, como una leve brizna de polvo lo hace, por la rendija que deja la puerta de la vida cuando aún eres demasiado inocente. Son las canciones de los años. Son canciones para la conquista del poeta que tanto queremos. Son canciones donde la cultura se nos hace propia, y estimula los resortes de la intimidad que pelea en el adentro de tanta y tanta inexperiencia. Canciones, al fin, que nos han hecho un poco más grandes, y casi sin darnos cuenta! Quizá éste y no otro sea el triunfo del arte. O la magia de la pintura que recupera, a través del espacio y de la superficie, el «aquí y ahora». La consciente utilidad del arte cuando determina los vínculos poderosos con la poesía: «Ut pictura poesis», reclama el poeta Horacio.

Antoni Miró y Ovidi Montllor. Los dos artistas y amigos en un cuadro. El uno acariciando el lienzo y la fantasía, el otro prestando la imagen viva del recuerdo ..., y recordar es vivir otra vez, ya lo hemos dicho

Josep Sou

LA MIRADA “LES MEVES VACANCES” 2003/ Barcelona (Acrílic i dibuix s/llenç, 100x100)Antoni Miro