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Bici aérea

«La imaginación sirve para viajar y cuesta menos»
George W. Curtis

Las bicicletas no sólo son para el verano (como lo fueron para Fernán Gómez, y en medio de una guerra sin sentido), ahora, y para Antoni Miró, son, tal vez, para todo el año. Pero necesitamos una buena dosis de imaginación, de frescura, de osadía, de mirada libertaria, de voluntad de transgresión, de pulsar la realidad y hacerla volar por el universo de bosques, playas y paisajes arriesgados, también precisamos la querencia de rasgar los manuscritos de la razón centrípeta, y el deseo de abarcar nuevos rumbos para lograr nuevas quimeras. Todo esto nos hace falta. Y mucho más aún. Con las bicicletas de Antoni Miró todo es posible, pues el imaginario poético que las circunda no da abasto con tanta propuesta insólita, hija de la fantasía. Y el artista, capaz de iniciar a cada paso que ejecuta, un discurso creativo lleno de alternativas diversas, ciertamente anticipos de su poderosa imaginación, busca una nueva forma de elocuencia, arraigada en el seno de numerosas y «casi» cósmicas metáforas. La plástica recurre, en este caso, a estadios de inverosimilitud, otorgando al resultado pictórico chispas que iluminan el tráfico de tanta estrella como sobrevuela el firmamento de la sorpresa. Y nos admira la beligerancia a la hora de resolver la elección de las posibilidades. Si el mundo se detuviera por unos días, si la maquinaria engrasada de los tiempos se detuviera también, si el cuerpo central de lo que ahora llaman vida se bloqueara, tendríamos la alternativa de poder permanecer felices con el ansia sobrevenida de montar y conducir las bicicletas del artista Antoni Miró. Sin gasolina. A veces sin cadena ni mecanismos motrices. Sin manillar ni asiento confortable. Sólo con la invitación pertinente, y el atrevimiento de levantar el vuelo sin garantías de éxito. Pero sería, ay! una fiesta.

Y a su colección de bicicletas, todas ellas de una extrema singularidad, se afirma la voluntad del artista de rendirle tributo y homenaje a los grandes pintores y artistas que significan un incentivo y un acicate para el obra propia: Picasso, en muy diversas ocasiones, Duchamp, Leonardo da Vinci, Magritte, etcétera, se incorporan de una manera, o de otra, a las propuestas del pintor, acomodándose en el seno de su fisonomía. Y claro, Antoni Miró no podía dejar pasar la oportunidad de aumentar el interés por sus invenciones, añadiendo un discurso de análisis pictórico, donde los matices evaluables del surrealismo se hacen muy presentes. Todo juega, porque todo combina: los modos de afrontar las obras, y la voz que se cuela por los resquicios de la ventana por donde derramamos nuestra mirada con curiosidad. Nos emocionan los versos de Rimbaud cuando paladean el verbo fantasía, y nos hermanan la mirada con la intención, y nos facilitan acompañar las imágenes del artista Antoni Miró, y su diversidad esperanzada: «Cependant que silencieux sous les pilastres/D’azur, allongeant les comètes et les noeuds/D’univers, remuement énorme sans désastres,/d’ordre, éternel veilleur, rame aux cieux lumineux/Et de sa dragme en feu laisse filer les astres!»1

Y hay, como ya hemos dicho en líneas precedentes, muchas imágenes en esta misma dirección. Bienhumoradas, siempre alerta, procurando la firmeza de nuestra mirada cómplice. Y citaremos unas cuantas de estas propuestas: Diàleg de 1996, donde encontramos a Picasso con Picasso incorporados a la realidad irreal del cuadro; El crit de 1996, donde Picasso y Picasso y Magritte hacen causa con Antoni Miró para favorecer la maravilla; Bici de llauner de 1996, otra vez Picasso se arropa con la sacudida de los mecanismos móviles; Mig cavall de 1996, y el Guernika de múltiples voces se hace presente; Prohibit Prohibir de 1996, donde El Guernika, más la señal de tráfico, y más el Arlequín pensativo, saludan el artefacto antes de emprender un largo viaje. Y así podríamos mencionar un abundante proceso creativo del pintor Antoni Miró. La gran dificultad habrá sido, no lo sabemos, el compromiso con la originalidad.

Y hemos escogido, para prestar una especial atención, la obra denominada «Bici aèria», fechada en 1996, construida en acrílico sobre tabla, y cuyas medidas son 68x98 cm., perteneciente a la serie Vivace. En esta pintura, donde un cielo dorado irrumpe con fuerza generosa, tenemos, tal vez, el paradigma de todas y cada una de las bicicletas de Antoni Miró. La capacidad de volar de este mecanismo se infiere prodigioso, aunque siempre merced al poder que las alas prestadas por el gran Leonardo da Vinci le confieren. Estamos ante el cultivo de lo insólito, como ya hemos insinuado. Lo inverosímil puede llegar a pasar y, de hecho, pasa. Las alas de Leonardo se inscriben detrás de la bicicleta, proponiendo volar todo el mecanismo. El ingenio de Leonardo, ahora aprovechado por la osadía de Antoni Miró, que se apresta en la oportunidad que la razón le negaría. Un salto en el vacío para atrapar nuevas maneras de abordar la realidad pictórica. Y en el manillar se inscribe Picasso. Nuevamente Picasso, i con un ojo de iluminada certeza. El cuadro que anuncia otro cuadro. La pintura sobre la pintura. El análisis sobre el análisis. Y siempre pertinente en las manos del artista Antoni Miró. En el aparato, o maquinaria de funcionamiento, a modo de motor cáustico, se inscribe Marcel Duchamp. Un fragmento de La Marie mise á nue par ses célibataires, même, un cuadro que a Duchamp costó ocho años de investigación. Así pues, tenemos una bicicleta que nos aporta lectura suficiente de las incursiones que lleva a cabo Antoni Miró. Una bicicleta en función poética, pues aparte de la belleza que irradia la propuesta del lienzo, también hay una serie de vinculaciones artísticas que testimonian las preferencias del pintor. Antoni Miró practica una estética sutil de líneas elegantes. Y «es a través del arte y la imaginación de sus creadores como el ser humano puede alcanzar la velocidad de la luz», puntualiza Paul Verlaine, y nosotros aprovechamos para vincular esta apreciación al quehacer artístico del pintor Antoni Miró.

Y en este caso concreto que nos ocupa, el surrealismo practicado por Antoni Miró, el hecho de levantar el vuelo una bicicleta, por ejemplo, queda construido con una técnica virtuosa de enorme plasticidad. Podemos asistir al cultivo de la audacia en las propuestas: en esta que señalamos y en tantas otras que pertenecen a la misma serie, y de las que, en algún caso, ya hemos hecho mención oportuna. Quizás lo que más cuenta es la fuerza inventiva, el sentido del humor y la fina ironía. El análisis de los resultados así lo atestigua. Si Antoni Miró es pintor de instantes, también lo es de ideas. Nos otorga carta de identidad la voluntad de paráfrasis, cuando retroalimenta su impulso creativo a partir de posibilidades prestadas. Los pintores y artistas que lo acompañan para hacer buena su lectura, o su especial manera de recurrir al canon del conocimiento. Que de eso también se trata en esta pintura de la imaginación y de la estética. La pintura de la transformación de elementos constitutivos de la vida cotidiana en obras de arte. Por gracia y voluntad estricta del artista que convoca los objetos para ensanchar el discurso vital a que estaban destinados en un principio. Ahora lucen. Ahora nos vuelven a decir. Y leemos, porque nos sugieren, estos versos de Mario Benedetti: "... es un modo de entender / o aproximarse al prodigio / con el paisaje en los ojos / y en el alma un calofrío / cono las palabras en volandas / o el corazón en añicos / Aprendiendo a transformar / lo sobrehumano en sencillo.»2

El universo donde duermen las bicicletas, tantas bicicletas como ha pintado Antoni Miró, se convierte en un desván para guardar las confidencias. Lecciones de un quehacer inquieto; aprehensión de las estrellas que cuelgan, en muchas ocasiones, de las ramas de los árboles en un bosque imaginario; agitación para el canto del mar en el borde, y que salpica de espumas la ribera; cielos azules, violeta, dorados, de mil colores los cielos de Antoni Miró en danza con el horizonte y con la tiniebla. O a veces sólo una bicicleta yacente, reposada quizá, en una farola olvidada de la ciudad. Requerimiento que el artista hace de cualquier posibilidad de afrontar el reto de la belleza. Esto es cierto: «... detened la carrera, el curso, el Tiempo, / matad la Muerte y no acrecentéis la Vida! / Eternidad es gozo en quietud, / es Belleza perfecta, imperfectible!»3, Dice Pere Quart.

1. Rimbaud, Arthur, Obra completa. Ed Libros Río Nuevo, Barcelona 1983. Del poema «L’homme juste», p. 320 en proposem una possible traducció: « en tant, silenciosos sota els pilars/del blau, tibant els cometes i els nusos/d’univers, moviment enorme sense fracassos,/l’ordre, etern vigilant, rema en els cels lluminosos/i amb una draga de foc deixa escapar els astres.» Així, les bicicletes d’Antoni Miró com a astres que sobrevolen, amb fantasia, l’experiència de la vida.

2. Benedetti, Mario, Inventario Dos. Poesía 1986-199, Visor, Madrid 1994, p. 439. En el poema titulado: «Arte poética», Benedetti describe, en alguna medida, lo que para el poeta significa el hecho poético, y la vastedad del aprendizaje de las palabras. Todo lo que es bastante verosímil puede, también, transformarse en materia poética, por sencillo que pueda parecer. Y hay que hacer el ejercicio adecuado. También Antoni Miró aporta, desde la sencillez, una migaja emancipada, pero sustancial, para el cultivo de la belleza. Siempre lo ha hecho así.

3. El universo donde duermen las bicicletas, tantas bicicletas como ha pintado Antoni Miró, se convierte en un caché para guardar las confidencias. Lecciones de quehacer inquieto, aprehensión de las estrellas que cuelgan, en muchas ocasiones, de las ramas de los árboles en un bosque imaginario; agitación para el canto del mar en el borde, y que saltitos de espumas la ribera; cielos azules, violeta, dorados, de mil colores los cielos de Antoni Miró en danza con el horizonte y con la tiniebla. O a veces sólo una bicicleta yacente, reposada quizás, en una farola olvidado de la ciudad. El requerimiento que el artista hace de cualquier posibilidad de afrontar el reto de la belleza. Esto es cierto: «... detenga la carrera, el curso, el Tiempo, / occiu la Muerte y no acrecentar la Vida! / Eternidad es gozo en quietud, / es Belleza perfecta, imperfectible!», Dice Pere Quart.

Josep Sou

BICI AÈRIA 1996 (Acrílic s/ taula, 68x98)Antoni Miro