Ver la verdad. Un reto a medias entre Cicerón y Antoni Miró
“La naturaleza ha puesto en nuestra mente un insaciable deseo de ver la verdad”, así concibe Cicerón la pasión de los hombres por alcanzar la verdad, de traducirla desde sus pasiones y sus necesidades. La verdad como un referente conceptual que se aviene sobre la musculatura intelectual de los seres humanos. La verdad situada en lo alto de la columna de las virtudes que encarnan el deseo platónico, desde la limpieza del conocimiento. La pulcritud, en su estadio puro, y siguiendo los argumentos de la belleza.
Antoni Miró frecuenta el mismo deseo ciceroniano, y con su labor creativa interviene en la realidad para subvertirla, para contarla, para transgredirla en cualquiera de sus fases de apariencia extrema. La pintura, inoculada por la necesidad de mostrar la otra realidad que vive más allá del espejo circunstancial de las horas, indaga sobre el poder de la verdad. De decir la verdad. De mostrar las cicatrices del dolor, tanto como las causas que lo infieren. Y “ver la verdad” se ha convertido en una restitución de los principios, también en el cuidadoso menester del oficio que los dioses ríen. Antoni Miró, como Cicerón, se muestra partidario de dar la palabra al rebelado, al que contesta la fuerza con las manos de la dignidad. Y las sogas se rompen, al menos en el interludio del tiempo, con la esperanza de que la verdad, la única posible y que se revienta en mil combates de autoestima, resplandezca: “La verdad de ninguna cosa tiene vergüenza sino de estar escondida”, apunta, desde su juiciosa reflexión, Félix Lope de Vega. El pintor revela, con su tesón reconocido, toda la energía que los hombres necesitan para acudir a los trazos de la verdad. Y sigue su rastro, el artista, en el momento de intervenir, con los pinceles, el espacio donde se sostienen los sentimientos. En cada renglón audaz, en cada uno de los trazos de sus pinturas, se eleva la pura necesidad de “ver la verdad”, y de referirla para atraer, no sólo la mirada, también los sutiles resortes de la complicidad.
Josep Sou