También lo oscuro de la poesía
Es como un universo la poesía. A veces tan próximo, y otras tantas tan lejano. Pero en la conciencia de la palabra poética habita, precipitado, el conocimiento. La sutileza de la voz en la profundidad de la cima alcanza, sólo a veces, la clave necesaria para desenredar la madeja que sustenta el canto. Pero la brevedad de su intención, en la carne de la materia incisiva, permite abrazar las aristas del tiempo, sin el estrépito en el vuelo de las páginas de un libro excesivo. Los versos se arrepienten cunado las horas no acaban de anidar en el holocausto del atardecer. El artista, el pintor, que deposita la mirada sumido en el capital inmenso de un tiempo precioso e insobornable, se resiente en la sensibilidad cuando contempla la luz que se expande en los márgenes, todavía vírgenes, de los poemas que le convocan. Puede ser, tal vez, la poesía como el paisaje. O como el paisaje interior de un mundo efímero.
Pero dice Kavafis: “[...Es una herida de despiadado cuchillo./Trae tus drogas, Arte de la Poesía-/que por lo menos alivian el dolor un rato]”, en Kavafis, “Obra escogida”. Teorema, Barcelona 1984, pág. 123
Josep Sou