Antoni, Antonio, Miguel y Federico
Valentin Balanovskiy
¿Cómo retratar una divinidad si es incorpórea e inexpresable? No puede representarse como un hombre, ni como un animal, ni como un árbol, ni como una roca... Los maestros del pasado y del presente intentaron resolver este problema de diferentes formas. La esencia de este dilema radica en cómo plasmar, a través de los medios artísticos del campo de la danza, las palabras o las imágenes, algo que transmita la idea de divinidad. De esta manera, si el maestro lo consigue, su lector, oyente o espectador podrá realizar el viaje espiritual que le lleve a descubrir esta idea, utilizando su obra como punto de partida.
En el mundo del arte, una de las formas más comunes de representar de la idea de divinidad es la imagen de las manos, pues dicha divinidad es una fuente de creación del universo. Si esto es así, podemos afirmar que Antoni Miró, tras realizar una copia plástica de la mano de Antonio Gades (el gran maestro de la danza española), de manera consciente o inconsciente, elevó al legendario bailaor al estatus de divinidad. Pero, ¿realmente tenía motivos fundados para ello?
Pilar López, directora de una famosa compañía de danza, cuyos alumnos llevaron la gloria a las coreografías españolas, fue la primera persona en percibir que el joven Antonio Esteve Rodenas era un extraordinario bailarín. Ella le puso el pseudónimo de “Gades” a Antonio, que entró a formar parte de su compañía a los dieciséis años, y resultó ser una profecía. Según cuentan, le puso este pseudónimo porque el estilo de danza de Antonio era muy similar al estilo de los bailaores de Cádiz o “Gades” en latín. Pero, ¿es esta interpretación una explicación de la esencia de todo lo que Antonio creó sobre el escenario? Sinceramente, creo que no. Lo más probable es que se le pusiera este pseudónimo en honor a Hades, antiguo dios del inframundo, dios de la sabiduría, la riqueza y la eternidad. Además, cabe destacar que existe un estrecho vínculo entre Hades y Cádiz. Según la mitología griega, el inframundo se localizaba en algún lugar lejano del oeste, allí donde se pone el sol. En la época de la antigua Grecia y también de sus sucesores, los bizantinos, se creía que Cádiz era el fin del mundo y que ya no había nada más hacia el oeste, lo que nos sugiere la existencia de una cierta proximidad topográfica entre esta ciudad y el reino de Hades. Por lo tanto, aunque no sabía que el talento de su alumno lo convertiría en un genio de relevancia mundial, Pilar López sí vio en Antonio Gades a un bailarín que se asemejaba a los antiguos dioses. Aunque, también es verdad, no vislumbró a un bailarín angelical sino a un bailarín con aires demoníacos, pues el elemento del flamenco no es la brisa suave, sino el fuego.
La exposición del artista Antoni Miro, viejo amigo de Antonio Gades, nos ayuda a captar mejor la relación de este gran bailarín con la divinidad. El artista ha dedicado 24 litografías a este legendario genio de la danza. Sin embargo, resulta complicado afirmar que la exposición corresponde exclusivamente al género de las bellas artes. Antoni Miro quiso desafiar a las voces del mundo del cine que pretendían ensalzar este género artístico como el más sintético de todos los géneros y decidió unir en una sola idea, la poesía, la danza y los gráficos. En este aspecto, se mostró como un verdadero hijo de su tierra, porque en la cultura española, incluido el mundo del arte, existe una fuerte tendencia a la síntesis (y en este aspecto el pueblo ruso y el español son muy parecidos). Lo mismo ocurre con sus litografías: no sólo las une el estilo del artista, la personalidad de Antonio Gades y la filosofía de la danza, sino también la poesía de Miguel Hernández, cuyo poema “Vientos del pueblo me llevan” también forma parte de la exposición. Las primeras 24 líneas de este poema conforman los nombres de las 24 litografías. El resultado de todo esto es una exposición en la que se presenta la ilustración dinámica de un texto o, si se le puede llamar así, un escenario y, en este sentido, sería similar a las películas animadas existentes sobre la vida y el trabajo del magnífico bailarín y coreógrafo. Sin embargo, lo más interesante quedaría abierto si exploramos el escenario que Antoni Miró ofrece al espectador.
“Vientos del pueblo me llevan” es un poema del ciclo de poemas de Miguel Hernández recogidos bajo el título de Viento del pueblo, que comienza con una elegía dedicada a Federico García Lorca. Pero, ¿qué une a Lorca con Antonio Gades? Pues que ambos, de alguna manera, son mediadores de la divinidad, ya que en el mundo cristiano el poder de resurrección es uno de los principales atributos de la deidad. Por un lado, Federico García Lorca, al indagar en la cultura de los gitanos andaluces, contribuyó al renacimiento de un antiguo género del romance español y a la recuperación de una tradición interrumpida de competiciones de artistas dedicados al folclore. Por otro lado, Antonio Gades resucitó el arte del flamenco y le dio una nueva vida, enriqueciéndolo con el ballet clásico europeo y la danza moderna. Gracias a él y a sus amigos, todo el mundo empezó a sentir la pasión por este fervoroso baile.
Por supuesto, al no estar inmersos en el campo imaginativo de la cultura española, no conocer todas las sutilizas del arte del flamenco y no darse cuenta de la importancia de todo lo que Antonio Gades hizo por su país y su mundo, al espectador ruso le resultará difícil entender la visión artística de Antoni Miró. Sin embargo él, al igual que un mago, consigue que sus visitantes, a pesar de ver únicamente unas meras litografías, puedan utilizar su obra como punto de partida para que sus espíritus emprendan el viaje que les lleve a descubrir la idea de divinidad que se refleja en el arte de Antonio Gades.