Un gran secreto
Tatjana Milosavljevic
Si coincidimos con la tesis de que “El arte de hoy aspira a acentuar el individualismo”, está claro que el arte de Antoni Miró es una parte perfecta de un concepto tan europeo. Convencido de que “La experiencia de la belleza es cósmicamente universal”, Miró cambia de artista como imitador a constructor de un nuevo mundo de objetos. Parece que define su propia poesía artística con este imperativo: liberación de todo prejuicio, después el comienzo de un trabajo sutil basado en hechos formales.
Tanto si está ocupado con pintura, obra gráfica, escultura u objetos, Miró, como un auténtico espíritu renacentista, siempre muestra la alegría del descubrimiento, y, también, el radicalismo. Lo que realmente sorprende es su absoluta devoción, no sólo al arte, sino a una forma específica de vida y pensamiento que, de nuevo, condiciona y determina esa relación específica con su propio talento y su propio arte.
Alguien dijo una vez que “La piedra angular del arte y el verdadero principio de cualquier tipo de trabajo está basado en el dibujo y en el color”. Así, las totalidades sintéticas de Miró hablan a través del drama de líneas y colores, creando imágenes visualmente convincentes, sin importar lo que esté describiendo. Dibujos firmes, fuertes, intransigentes, geometría discreta y construcción gráfica, por una parte; investigación del color, incluso el tratamiento del color como un organismo vivo, por otra, así como soluciones informales compuestas, un método pars pro toto, y estructuras complejas.
Llevando a cabo un diálogo abierto con la tradición, así como con el mundo contemporáneo, las sensaciones visuales de Miró hablan, principalmente, a través de una figuración expresiva y narrativa, donde los personajes aparecen como asociaciones, portadores de ideas.
Es por eso por lo que el simbolismo artístico de Miró tiene un lugar significativo. Los símbolos representan “la fuerza que une el universo” y se corresponden con aquello que tiene la mayor importancia para el hombre –su propia vida y su propia mente–. De todas formas, este artista considera que el mito es la propia realidad.
De hecho, Miró reúne sus propias experiencias espirituales y prácticas, grabando el tiempo de su propia vida, su pasaje en tiempo y espacio. El arte de Antoni Miró sorprende porque es fruto de la aventura, el producto de las fantasías, pero, todavía, un gran secreto.