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Antoni Miró: imagen crítica

Rosa Martínez de Lahidalga

Miradas construidas, acopladas, cargadas de contenido crítico. Pintura hecha de imágenes arrancadas de una crónica cotidiana y de la historia del poder y de la cultura. Lenguaje articulador de un pensamiento riguroso y visiblemente objetivado. La pintura de Antoni Miró es, por sí misma, una mirada y su contenido un mundo de significado que se construye sobre un mundo de miradas.

Su prodigiosa iconografía se encuentra repleta de objetivaciones alusivas al abuso de poder, a la opresión, a la humillación del sexo por dinero, a la pasión desencadenada de la guerra, del dolor y de la muerte. Antoni Miró elige la imagen adecuada para su impactante mensaje visual, a veces los “massmedia”, pero se sirve también de la figura histórica, del símbolo acuñado en el tiempo y, incluso, otros de asimilados por la cultura popular. Celada de caballero, los restos de un plumero, el águila, fragmentos de armadura, bandera revólver, puño... son elementos gráficos que intervienen en la obra “Represión sí, cultura sí”, que desarrolla entre 1982 y 1985.

El pintor interviene en la selección previa de la imagen, en su clasificación, asociación y proyección, por lo que idea e imagen se muestran unidas en un indiscutible mensaje racionalizador a través del cual el consciente y el inconsciente colectivo quedan reflejados.

Aparecen imágenes descontextualizadas, al servicio de una iconografía pop respecto del convencionalismo realista una experiencia visual activa y contemporánea. El artista ensaya nuevos procedimientos de lectura entre el material seleccionado y mira de desentrañar, mediante una peculiar articulación, significados nuevos. El hecho de que los elementos se dan previamente no reduce estas imágenes a una simple combinatoria.

“Pinteu pintura” es el nombre dado por Antoni Miró a la obra que realiza desde 1980. Pinturas, grabados, carteles, metalografías, a través de las cuales ha desarrollado temas como “Las miradas”, “Los cuerpos”, “Las manos”. En todos había un elemento iconográfico centralizador de intenciones, alrededor del cual giraban conceptos e interpretaciones de una mente sagaz y de un ojo penetrante.

Antoni Miró nació en Alcoi, Alicante, en 1944. Vive y trabaja en el Mas Sopalmo. Autodidacta, pintaba desde joven. Tenía dieciséis años cuando obtuvo el Primer Premio de Pintura del Ajuntament d’Alcoi. A los veintiún años fundó el Grupo Alcoiart y el 1972 el grupo Denuncia. En un principio desarrolló su actividad artística con series como “Las Nues” (Las desnudas), “La fam” (El hambre), “Els bojos” (Los locos)... En 1969 realiza “Vietnam” y “Mort” (Muerte), en 1970 la titulada “Realitats” (Realidades) y “Home” (Hombre), “Amèrica Negra” en 1972, y en 1972 “El Dòlar” es protagonista.

La obra de Antoni Miró es un compendio enciclopédico de “Arte e Historia” en una combinación de signos, símbolos y gestos que configuran una visión acusadora y de denuncia. Las técnicas que utiliza no son tradicionales, como tampoco lo son los estilos que utiliza.

Hace uso del “pop art” y del “op art” y, incluso, del “cinetical art” en la manipulación de imágenes y experimenta técnicas y procedimientos con los que consigue una plasticidad con condiciones de eficacia suficiente en el plan comunicativo.

La lucha por la cultura preside su intencionalidad plástica. “Es un arte con intención de servicio humano”, afirmó Antonio, a quien preocupa la incultura de la gente. El planteamiento le exige comunicarse de la manera más directa intentando no caer en el punto límite que la invalide para seguir pintando.

En su “Pintura objeto” conjuga fragmentos de cuadros de Velázquez, de Picasso, Mondrian, Miró, Dalí, El Bosco, Tiziano, Goya, Bacon, Magritte... al servicio de quien hace filosofía sobre el arte mismo y sobre las sus múltiples connotaciones con una extrema economía expresiva. Hace tijeretazos, talla, superpone y opone, colorea y hace “collage” de la Pintura con “su” pintura. Toma de la primera imagen que el Arte dio, a través de los tiempos, el Poder y entra en el cerebro de Velázquez con ojos de Miró y geometrías renacentistas.

Antoni convierte el mensaje en “masaje” en la forma que lo entendió Mac Luhan y con el agita, satiriza, acusa, flagela y llama a las conciencias.

En la escultura en bronce que titula “Hombre de hierro”, realizada en 1970, volumen y densidad sirven a una megalómana construcción figural en tráfico de desintegración, a medio camino entre el coloso y la máquina del poder. En 1968 había trazado hierros recortados en el espacio y el 1972 “Home i dona” (Hombre y mujer) en aluminio, ofrece una estructura prismática a modo de mural, sobre la denuncia de realidades que oprimen al hombre. Quizá por eso utiliza la imagen gráfica, la perspectiva del cartel o del panel publicitario del consumo, dando una visión y un juicio sobre los grandes jinetes que cabalgan sobre la humanidad.

En su pintura la comunicación nos llega, como en los grabados, en las metalografías y en las esculturas, en una perspectiva atenta a los códigos perceptivos y comunicativos más simples y populares. Predominan las gamas de color inherente.

En su pintura la comunicación nos llega, como en los grabados, en las metalografías y en las esculturas, en una perspectiva atenta a los códigos perceptivos y comunicativos más simples y populares. Predominan las gamas de color inherentes a las artes industriales. Color directo, puro, depurado y tenso. La imagen que utiliza, planimétrica y recursos disponibles de perspectivas y esgrafiados.

Antoni Miró pinta en soledad. Primero es la idea que surge en su mente. Después vendrá la documentación en libros, periódicos, revistas... sobre lo que desarrollará, y en el proceso pueden pasar semanas, meses... Después interviene el dibujo y hace bocetos y superposiciones y combinaciones hasta llegar al punto en que la idea concluye su proceso de realización en la plasmación de un discurso histórico-conceptual y visual. “Tarde mucho en la elaboración definitiva, es un concepto de honestidad”. Como ha señalado Vicent Aguilera-Cerní “su trabajo pertenece al campo de la cultura comprometida, que en el terreno de la plástica aspira a conseguir una comunicación eficaz”. No hay duda de que esa comunicación, a veces impositiva, la logra plenamente en virtud de la huella con la que acuña un estilo de asociar las imágenes que lo hacen rotundamente identificable.

Antoni Miró, es fiel al trabajo y al esfuerzo permanente. Su vertido a las ventanas de la historia y del arte conlleva una asunción de situaciones y de acciones que su retina, peculiarmente caleidoscópica, fija y esquematiza con rigor conceptual. La vocación artesanal, metódica, garantiza un acabado perfecto.

En la obra de Antoni Miró el tratamiento de la imagen admite su fragmentación, su seriación o proyección ilimitada. En cuanto a la gama de color que usa a partir de la década de los ochenta es menos restringida, debido a que la imagen la obtiene mediante procedimientos de tintas planas.

Materiales, fotografías de fotografías, papel, motivos estilísticos, son elementos configuradores de esta imagen convertida en mirada que es su obra. Quizá por ello su comunicación se impone y se niega a ser penetrada. El mensaje es categórico y habla con lenguaje actual sobre temas dominantes de siempre. Collages, desajustes, matices, formas y signos, figuras. Todo se encuentra a disposición del creador para conseguir un producto plástico visual dotado de un nuevo sentido ejecutor de una nueva plástica.

El artista ensaya nuevos procedimientos de lectura entre y material seleccionado y trata de desentrañar significados nuevos. El hecho de que los elementos se dan previamente no reduce estas imágenes a una simple combinatoria. La relación es de motivos, de técnicas y de materiales y todo ello dibuja una rigurosa metáfora. La vivacidad plástica, su calidad de estímulo imaginativo es el motor que sostiene la creación artística de Antoni Miró y el reto permanente que tiene planteado su obra.