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Antoni Miró, obra reciente

Néstor Novell

Hablar de la obra reciente de Antoni Miró no deja de tener un cierto grado de ironía, una más de esta ave nocturna que aprovecha la noche tranquila en el silencioso y apartado mas de Sopalmo para trabajar incansablemente, con un volumen de producción más propia de un joven inquieto que de un honorable señor mayor.

Su obra reciente se compone de cientos de cuadros que evolucionan a partir de ideas matrices en el seno de determinadas colecciones. El abanico desplegado en un juego de colores, texturas, técnicas y enfoques, conforman, por acumulación rigurosa, una mirada detallada, diversa y compleja sobre el tema escogido de referencia, así sea los puentes, las máquinas, los cuerpos o el conflicto social.

Ya decía Joan Fuster que los alcoyanos son los valencianos más similares a los catalanes que existen, no sólo por su carácter ahorrador y amantes del trabajo bien hecho, sino especialmente por su estima a la técnica, a la ingeniería, a los procesos productivos, a la maquinaria.

No encontrará en la obra de Miró ninguna referencia, sentimental o crítica, al campo, a los ríos, a la montaña o al paisaje, todos ellos atributos importantes de la comarca de l'Alcoià. Su mirada no se dirige jamás a los ríos, sino hacia los puentes; no encontrará el paisaje, sino la arquitectura como estructura productiva; no cautivará con la exaltación del diseño de los ingenios o de los utensilios, sino que encontrará directamente un homenaje a la máquina y al aparato industrial. Es más, ni cuando persistiendo en su irrenunciable aproximación a la punción erótica no te situará los cuerpos en un ambiente o en un entorno sugerente, él muestra el cuerpo limpio y desnudo sobre un fondo ocre, en busca de la belleza y del atractivo de una estructura corpórea aislada. Sólo en la serie cubana, obligaciones del trópico, puede ser, encontrará una cierta alegría cromática, con medida, claro está, como es el caso del potente y expresivo retrato de mujer que hay en la exposición.

Puede ser por eso que su obra no se haya caracterizado por los colores primarios. Encontraréis pocos azules, amarillos y verdes definidos en sus pinturas. Estos son colores demasiado cercanos a la naturaleza, demasiado diurnos, demasiado alejados del neón del taller o la fábrica. No son los colores propios de las estructuras industriales, sino de los espacios y los objetos que los alcoyanos tienen profundamente interiorizados como parte inalienable de su memoria histórica, de la que, dicho sea de paso, se encuentran bien pagados y con motivo de causa.

Sin embargo, en esta exposición que reúne obras escogidas entre las principales series pictóricas desarrolladas en los últimos 15 años, constatamos dos tendencias de cambio importantes. Por un lado, Antoni Miró se adentra en la ciudad contemporánea, recogiendo escenas cotidianas de nuestras ciudades. Le atrae la marginación y la soledad urbana que convive con la sociedad de consumo y con el turismo. Las pinturas tratan de hacer visibles los escondidos marginales del sistema, bien sean las personas que hacen arte en la calle o bien los excluidos, los mendigos, los lisiados. La denuncia social se consigue al hacer evidente en la pared de una exposición una realidad social que, por cotidiana, es ignorada. Su ironía se hace más sutil. Por otra parte, hace uso de una paleta de colores que desde hace años no nos tenía acostumbrados, al combinar sus tradicionales marrones, ocres, beiges, negros y grises, ahora con intensos rojos, lilas y azules, un juego de contrastes de colores de acuerdo con los diversos significados de la pintura.

Me he parado más atentamente en algunos cuadros. En Luto en Rafah me ha sorprendido el expresivo hiperrealismo de dos mujeres palestinas –a una de ellas sólo le vemos la mano-que, al consolar a una tercera –en primer plano-, conforman con sus manos de duelo solidario una cruz de sufrimiento, de muerte. Pero la obra que me ha hecho parar para verla con más detenimiento es Música en Toledo, puede ser por lo que decía de los colores y la perspectiva urbana en la obra reciente de Antoni Miró: Sentada en la calle sobre una silla plegable una joven concertista, aislada y concentrada, con la mirada ausente, o puede ser sin mirar a ninguna parte, interpreta su música oriental a la espera de que los transeúntes le dejen alguna moneda en la caja del instrumento que yace en el suelo delante de ella. Más adelante ya han pasado unos turistas cargados de bolsas de compra que se van desvaneciendo. El marrón y el azul/blue loser de la música contrastan con el azul intenso del futuro hacia donde se dirigen los paseantes. La amable displicencia aterciopelada de los turistas que conversan entre sí en un segundo plano, enaltece la estática soledad de la intérprete en un hiperrealista primer plano.

Una constante en la obra de Antoni Miró es el compromiso social, las causas de los perdedores, de los castigados por las injusticias del sistema, de los movimientos de emancipación social y nacional. Su obra denuncia el carácter ideológico de la imagen de la cultura de masas y las grandes posibilidades que se abren con su nueva funcionalidad para un uso político crítico o cuando menos, irónico. Porque lo que cuenta en el arte activista que practica Miró es su efecto propagandístico. Al recontextualizar o descontextualizar las figuras icónicas del sistema cultural global, consigue aprovechar la potencia discursiva que tiene cualquiera de los mitos del discurso oficial popularmente aceptado, y así, subvertidas, sacar a la luz, a una nueva mirada, las paradojas, las ironías y las contradicciones de las visiones, tanto de la cultura de masas como del propio arte.

En la exposición también se pasa revista, se hace una especie de crónica social de los movimientos sociales globales y del País que han marcado los últimos quince años: la ignominiosa guerra de Irak y el atentado de las Torres Gemelas, la tragedia de los refugiados y de las guerras (limpias y sucias) al levante del Mediterráneo, la insurgencia palestina, la primavera valenciana, la crisis en Vandellòs, el proceso soberanista de Cataluña y de Escocia, etc.

La obra de Antoni Miró es de un realismo inquietante. Con el amable acceso y con la fácil aprensión de las imágenes, imperceptiblemente se evidencia y se hace patente un punto crítico, amargo a menudo, que no es otro que la sutil denuncia ideológica o ética del sistema sociocultural en que vivimos. Cuando el Ayuntamiento de Gandia le encargó la gran escultura del 25 de Abril de 1707, una subversión de la Rendición de Breda, escribí: "Al potente símbolo de los caballos ganadores, rodeados de las lanzas que exigen su tributo, se contrapone la imagen del pueblo, cuatro veces negado, con las cuatro barras que tozudamente lo representan".

Su mirada de pintor tiene siempre algo de periodista gráfico, de fotografía de World Press, cuando enfoca un detalle, una figura, un gesto, una escena o un contexto que lo ha cautivado. La imagen enfocada por su mirada lo hará reproducir con los pinceles lo esencial, libre de todo lo accesorio, de forma descarnada, pura y limpia. Por lo tanto, las imágenes conseguidas aspiran a ser algo más que una mera expresión estética, no son sólo un pequeño alegato histórico, sino que también, y de forma inseparable de la estética y de la crónica social, llevan a la incitación, a veces con ironía y a veces con crudeza, a la toma de postura ideológica, a asumir la evidencia de la injusticia social, escondida o explotada obscenamente por las mass-media.

Como una vertiente de esta inquietud social, de hacer patente, evidente, visible la pobreza, la marginación, la miseria, podemos seguir su discurso irónico sobre el arte como mercancía. Los museos y la mercantilización de la vida. Pobres pidiendo limosna en la puerta de los museos, los ricos que no están. Multitudes de clase media haciendo turismo por las salas de arte más afamadas del mundo, comidas de consumo rápido, almacenes de divisas, mercancía simbólica y de contemplación imposible. Por el contrario, en las calles, el artista marginado y, cerca de casa, pequeñas salas de exposición, galerías y muestras de arte que exponen con valentía y dedicación el arte más contemporáneo o de los pintores más próximos, siempre ignoradas.

Con esta exposición tenemos una buena muestra para adentrarnos en los valores estéticos y conceptuales de la obra reciente de este artista de las Comarcas Centrales Valencianas y, como siempre, ser cómplices de su compromiso con los valores de solidaridad, de denuncia de la opresión social, y de esfuerzo infatigable por la cultura del País Valenciano.

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