El gran compromiso de Antoni Miró
Miquel-Àngel Codes Luna
Cuando Antoni Miró (Alcoi, 1944) adquirió el compromiso de volcarse a la pintura, también lo hizo con la sociedad de la que él forma parte. El orden de los factores, les aseguro, no altera el producto, ya que la relación de ambas realidades, en el caso de Antoni Miró, da como resultado una pintura cargada por igual de contenido e impacto visual.
Desde los primeros balbuceos expresionistas, Antoni Miró decantó la balanza claramente por el cultivo de una pintura con mensaje, o sea, una pintura surgida como reacción a un contexto político-social bastante deprimente, que él y sus amigos- entre los que se contaban el cantautor Ovidi Montllor naturalmente aborrecían. Una actitud inconformista que mostraría inicialmente de manera colectiva con el Grupo Alcoiart (1965-1972), iniciando la tendencia con otros artistas valencianos contemporáneos que decidieron agruparse para mostrar su arte contestatario ( en 1972 Miró colaboraría también en la fundación de otro colectivo, el Gmppo Denunzia, con sede en la ciudad italiana de Brescia). A finales de los sesenta, Miró ya había sentado las bases de su particular realismo social, el cuál poco tiene que ver con el dogma que rigió el movimiento artístico homónimo. Posiblemente, ello se debe a que Miró constituyó el mensaje directo por un guiño de complicidad al espectador, mediante la inclusión, en su amplísimo repertorio iconográfico, de numerosas imágenes totalmente arraigadas en la psique colectiva, procedentes de la cultura de masas y de la historia del arte universal (la excelente serie “Pinteu-Pintura” ejemplificaría este cambio).
Son tantas las ganas que tiene Antoni Miró de comunicar con la pintura, que no hay cuadro suyo en su ingente obra que tenga una única lectura. La interpretación es múltiple y obligada, porque mirar un cuadro de Miró significa convertirse en crítico, y no solamente de arte: las imágenes creadas por él apelan a la consciencia, lo que consigue muchas veces a través del sutil recurso de la ironía. Formalmente, esta intención de diálogo incesante que pretende en sus obras, se traduce en un juego de combinatoria en el que el contraste, la deformación y la repetición de las imágenes tienen una gran importancia. Esa superposición icónica, entre otras cosas, comporta un efecto secundario inmediato: que cada serie temática ideada por Miró contenga en germen la siguiente, y así sucesivamente. Así pues, aunque el estandarte del compromiso social siempre esté en alto, los caminos por donde discurre el quehacer artístico de Antoni Miró, siempre están abiertos, tan abiertos que llegan hasta la reflexión de su propio oficio, el binomio naturaleza-progreso o el erotismo. Si para lo primero se recrea con el legado de los grandes maestros de la pintura, especialmente la española (Velázquez, Goya, Dalí....), para lo segundo, a Miró le sale de nuevo la vena más crítica y enfoca el tema desde un punto de vista ecológico, denunciando como el furor desarrollista aún vigente está destrozando nuestro patrimonio natural (véase la serie “Sota l’asfalt està la platja” —Debajo del asfalto está la playa—). En cuanto al erotismo, si bien está siempre presente en toda su trayectoria, es en la “Suite erótica” de 1994, cuando trata el tema de manera monográfica.
Para acabar, reproduzco unas palabras con las que la escritora Isabel-Clara Simó ha definido a Antoni Miró (concretamente en el catálogo de la exposición que Miró realizó en el Museo de la Solidaridad “Salvador Allende” de Santiago de Chile), las cuales tienen el valor añadido de ser escritas desde la profunda amistad que une a ambos creadores: “A veces, un pintor, por ejemplo Antoni Miró, es pintor porque ha nacido pintor, porque lleva en los pliegues ocultos y enrevesados del alma el espíritu de la pintura. Un espíritu más poderoso incluso que la gente a quien quiere, más poderoso incluso que él mismo. Así pues, la pregunta “¿por qué pinta Antoni Miró?”, seguida de la pregunta “¿por qué pinta tanto?”, pierden significado, porque las respuestas son las mismas: le resulta inevitable. Pinta porque es pintor, tautología indestructible, que se explica en ella misma”.