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El Tribunal de las Aguas en los ojos de Antoni Miró

Jordi Tormo

“La puerta de los Apóstoles, vieja, rojiza, carcomida por los siglos, extendiendo sus roídas bellezas a la luz del sol, formaba un fondo digno del antiguo tribunal: era como un dosel de piedra fabricado para acoger una institución de cinco siglos”.
La barraca, Vicente Blasco Ibáñez

El agua siempre ha estado presente en nuestra historia. Es fuente de vida. Su existencia ha sido y es un factor clave para el desarrollo del bienestar social, la mejora de la calidad de vida y la promoción económica. Es por eso por lo que el ser humano ha mantenido una lucha constante a lo largo del tiempo para aprovisionarse de este elemento. Las aguas del río Molinar de Alcoy aportaron la fuerza necesaria para el nacimiento de la industria en el País Valenciano. Sus saltos a lo largo del cauce del río sirvieron para generar la energía con la que mover los batanes y ruedas hidráulicas que hacían funcionar los molinos, y las industrias textiles y papeleras mientras el agua corría a través de canales. Asimismo, las aguas del Turia, distribuidas a través de varias acequias, dieron lugar a la huerta valenciana. Sus aguas han regado, y continúan haciéndolo hoy día, nuestras tierras. Es aquí donde nace el Tribunal de las Aguas de la Vega de Valencia, una institución milenaria para dar solución a los conflictos derivados del aprovisionamiento de sus aguas entre los regantes. En síntesis, fábricas y huertas son parte de nuestro patrimonio más preciado.

Si antes lo hicieron José Benlliure, Bernardo Ferrándiz, Gustavo Doré, Tomás Rocafort, Ernesto Furió y Arturo Ballester, que pintaron, grabaron, dibujaron e ilustraron el Tribunal de las Aguas, ahora le toca el turno al pintor contemporáneo Antoni Miró y a su particular mirada. El pintor alcoyano ha cultivado a lo largo de su carrera el expresionismo, el neofigurativismo, la crítica social, el pop-art, el figurativismo simbólico, la pintura abstracta o la crónica de la realidad. Miró es un trabajador versátil, creativo y eficaz. Su pintura es una pintura psicológica y del psicoanálisis que va más allá del paso del tiempo. También es una pintura política y no es neutra. Se posiciona ante la situación vigente y es crítica porque nos habla del momento y porque denuncia las injusticias a través de su lienzo. La suya es una propuesta con un fuerte compromiso ideológico: inconformista, solidaria, combativa, denunciadora, rebelde y libre. Y todo esto sin dejar de ser absolutamente contemporánea y estética. El trazo de su pincel se para en el tiempo en esta colección, como lo ha hecho el Tribunal a lo largo de nuestra historia. Lo hace para hablarnos de justicia y tradición, para mostrarnos en imágenes y detalles los elementos principales que nos permiten descubrir y conocer este elemento clave del patrimonio valenciano y que fue reconocido en 2009 por la unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Escribía Vicente Blasco Ibáñez el año 1898 en su novela La barraca que “era jueves, y, según una costumbre que databa de cinco siglos, el Tribunal de las Aguas iba a reunirse en la puerta de los Apóstoles de la catedral de Valencia. El reloj de la torre llamada el Miguelete señalaba poco más de las diez, y los huertanos juntábanse en corrillos o tomaban asiento en los bordes del tazón de la fuente que adorna la plaza”. Hoy día su actividad continúa generando expectación. A los miembros del Tribunal les acompañan los vecinos y turistas que visitan Valencia y se acercan hasta allí cada jueves cuando las campanas del Miguelete dan las doce de la mañana para ver como sus miembros se reúnen en la gótica puerta de los Apóstoles de la catedral de la capital con motivo de impartir justicia y resolver los conflictos entre los regantes.

La actividad del Tribunal de las Aguas, la más antigua institución europea de justicia para la resolución consensuada y pacífica de conflictos ligados al uso de las aguas de riego, data su actividad en los tiempos inmemoriales de Al-Ándalus, si bien fue a partir de la conquista del Reino de Valencia por parte de las tropas de Jaime I cuando acabó de articular su modelo. Es una institución que se ha mantenido a lo largo del tiempo y que ha sido respetada por todas las reformas legislativas que se han ido aprobando. Miró consigue con esta muestra despertar nuestro interés por saber más sobre el Tribunal, por conocer en detalle su origen, importancia, organización y función. El pintor alcoyano nos habla con sus cuadros de justicia, paz, patrimonio, cultura, país, tradiciones y se centra, sobre todo, en el entorno humano y natural propio del Tribunal.

A lo largo de su carrera, Miró ha utilizado y seguido distintos recursos, procedimientos, técnicas, materiales y estilos. Este aprendizaje se ha plasmado en una serie de rasgos característicos en su obra y que, evidentemente, están presentes en esta colección. Aquí nos muestra imágenes propias de la tarea del Tribunal en la resolución de los conflictos sobre las aguas del Turia, así como de las acequias y azudes que regula, a través de veinticinco obras pictóricas en las que ha trabajado en acrílico sobre lienzo. Nos muestra, con mayúsculas, este legado de la historia del País Valenciano y la tarea de los miembros que lo componen, el presidente, el vicepresidente, el alguacil y los guardas, como representantes de cada acequia, todos labradores considerados “hombres honrados”. Nos muestra a los guardas que esperan en la casa-vestuario, a sus miembros reunidos, las sesiones que mantienen, el interés que despiertan, la puerta de los Apóstoles, el gancho presente año tras año y el Turia y sus acequias. Lo hace destacando lo que considera imprescindible, jugando con los efectos, los colores y las posiciones en el lienzo. Y también pone delante de nuestros ojos el rico patrimonio hídrico, a través de la presencia en la colección de algunas de las acequias y azudes que forman parte de la regulación del Tribunal, como son las de Quart, Benàger y Faitanar, Tormos, Mislata, Xirivella, Mestalla, Favara, Rascaña y Rovella. Sus cuadros tienen un título siempre directo: El cercat, El corralet, Expectació y Repartiment son algunos de ellos. Además, Miró nos ofrece una visión distinta y experimental de este trabajo a través de veinticinco gráficas variantes y digitales sobre lienzo que también ha realizado para la ocasión y donde juega con los colores, la disposición y el enfoque. Y como siempre, los detalles, tan presentes en su obra: sus miembros son todos reconocibles, una señera siempre presente que nos evoca el origen del Tribunal, una barretina roja para el Apóstol y una pintada reivindicativa que nos recuerda que estamos en el País Valenciano.

Antoni Miró y el Tribunal de las Aguas comparten un recorrido común que les ha permitido ser referentes en sus respectivos ámbitos. Miró es un pintor destacado dentro del arte y la cultura valenciana por su obra, trayectoria y proyección internacional y el Tribunal de las Aguas se distingue por ser una institución clave para entender el patrimonio cultural y el País Valenciano actual. Si la actividad del Tribunal destaca por ser oral, Miró utiliza la misma lengua que los miembros del Tribunal para dar título a sus cuadros. Lo hace en valenciano, como no podía ser de otra manera. Si la actividad del Tribunal destaca también por ser un acto único celebrado cada jueves para resolver los problemas entre los regantes, Miró inmortaliza en el cuadro todo lo que quiere transmitir de una forma directa y con un título conciso. Sus imágenes hablan por sí mismas. Si la actividad del Tribunal destaca por ser pública y abierta, Miró acerca el arte a la ciudadanía a través de sus obras presentes en los museos y salas de exposiciones para generar un debate responsable, público y abierto. Si la actividad del Tribunal destaca por su gratuidad sin ocasionar ningún gasto para los denunciados ni recibir ningún compensación sus miembros, Miró acerca la cultura a la sociedad mediante la pintura sin esperar nada a cambio. La conexión entre ambos es más que evidente. Gocémosla.

TRIBUNAL DE LES AIGÜES, ANTONI MIRÓ

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