Antoni Miró
Gonçal Castelló
El hombre del cuaternario dentro de la oscuridad de la cueva de Altamira y iluminándose con una antorcha, usando grasa y tierras de colores, pintaba las paredes y representaba imágenes de animales importantísimos para su subsistencia como eran el bisonte y el ciervo. Intentaba a través de la representación gráfica practicar un rito religioso favorable al éxito de su caza.
Entonces la imagen, como siempre, ya empezaba a jugar un papel capital en la existencia de la humanidad en el camino hacia el desarrollo de una organización social más perfecta.
Los medios técnicos eran primarios, como también lo era el incipiente esquema social, pero poco a poco el hombre en la gran aventura hacia la perfección va utilizándolos y mejorándolos hasta ser cada vez más complejas. Sus ideas gráficas se perfeccionan y la representación del mundo que rodea al ser humano alcanza su objetivo de ilustrar y servir la propia humanidad en el intercambio de ideas llegando estas a expresar conceptos y deseos al servicio de la misma sociedad, mejor dicho, al servicio de la misma clase.
Antoni Miró está insertado en un mundo convulsionado por tensiones, pasiones e intereses opuestos en la lucha de clases, donde la injusticia plana por todas partes.
Las luchas tribales del hombre primitivo por la posesión de una pieza de caza, o simplemente el deseo furioso y loco de matar y vencer, hoy se traspasan a unos medios sofisticados produciéndose el estado permanente de barbarie que hace que dudemos si la mente humana ha evolucionado mínimamente en comparación con los antecedentes de hace cuatro mil años.
En este mundo bárbaro y cruel en el que vivimos, donde todavía “homo hominis lupus”, Miró con técnica variada, completa y perfecta utilizando todos los elementos de los que hoy puede disponer, refleja la realidad social que le rodea. Su pintura, su escultura y sus grafismos nos dicen siempre y en todo momento que a pesar la chispa de la inteligencia que mueve nuestra actividad, el hombre se encuentra muy alejado de su perfección y superación. La humanidad es todavía muy joven, está en mantillas.
Antoni Miró, como los artistas de la Italia renacentista, es hombre que conoce a fondo su oficio y toca todos y cada uno de los procedimientos de las artes plásticas; trabajador infatigable arraigado a la tierra que lo vio nacer, vive esta unión hombre-tierra y a través de la expresión de nuestro desgraciado País expone toda la barbarie que la humanidad arrastra desde milenios.
Los Países Catalanes, hecho y realidad evidente, quiere ser escondido, hombres como Toni Miró en su importante parcela del campo artístico ayudan a cerrar filas, apoyando hombro con hombro, en la construcción de nuestro castillo humano que será la sociedad catalana de un futuro claro y luminoso que todos deseamos.