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Antoni Miró y Alcoi desde Elx

Gaspar Jaén i Urban

Antoni Miró, en su rodar por el mundo, lleva de nuevo su obra a Elx. En la sala de la CAM podréis ver pinturas y objetos, culos de nona, pechos erguidos, quizás algún pene en erección, las frases de denuncia que nos golpeaban cuando el Dictador estaba todavía vivo, aquellos años cuando los de Alcoiart, los del Grup de Elx y tantos otros grupos de artistas le hacían muecas, los delicadísimos trabajos y los exactos paisajes hechos de neumáticos, grúas y desechos industriales.

Encontraréis reelaboraciones de pinturas clásicas que ya forman parte de nuestra época: Rafael, Durero, Velázquez, Goya vistos desde el drama y las esperanzas del siglo XX. Retratos de la vida cotidiana, de los trabajadores y de la agitación social, del dinero, de la guerra, de los soldados, de los negros. Veréis objetos y situaciones domésticas o extraordinarias: amigos y amigas, botellas de anís, zapatos, rinocerontes, leones y tigres, dólares y revólveres. Y planeando por encima de todo, la virulencia entre irónica y épica que observa Joan Fuster. Una obra larga, compleja, tumultuosamente vivaz, llena de imágenes reales y precisas, como decía Pollacci.

Veréis aquí la obra de un buen dibujante, una mano de gran soltura, que utiliza con maestría la línea, las tintas planas y las texturas brillantes para hacer cuadros herederos del collage, del pop-art, de la fotografía y del grito de denuncia y crítica del agit-prop. Un trabajador de muchas horas, constancia y dedicación.

El nombre y el mundo pictórico de Antoni Miró hace tiempo que forma parte del bagaje cultural de los valencianos. ¿Quién no ha oído hablar de él, cuando hace tantos años que trabaja en el campo de la pintura y de la cultura del País Valenciano? La imagen de Toni Miró, como pintor importante, galardonado en medio mundo, con cuadros en los museos y las colecciones de medio mundo, autor de una obra de gran calidad artística y gran repercusión pública, pero también una persona con firme conciencia de la identidad de su ciudad, su país y su pueblo, es uno de los hitos culturales para la gente comprometida con este país, que ama este país y que trabaja para este país, un país que va de la Sénia al Segura, pero también de Salses a Guardamar y de Fraga hasta Maó.

Sin embargo no fue hasta el año pasado que conocí Toni Miró. Fue uno de esos días de trabajo de campo, que son ricos, intensos, agotadores, que hacíamos el Just Oliva y yo cuando catalogábamos la arquitectura de interés de las comarcas del Vinalopó, l’Alcoià y el Comtat. Justo, que hace la tesis doctoral sobre la arquitectura de los años sesenta en el sur valenciano, había fotografiado un par de obras primitivas, muy interesantes, que el Miró había hecho para algunas tiendas de Alcoi y que nos encontramos en la calle.

Aquel día de otoño entramos a ver el centro de salud La Fàbrica de Alcoi: nos gustaban aquellas obras de arquitectura promovidas desde la Conselleria de Sanitat con la cultura y la sensibilidad del arquitecto Joan Calduch. El caso es que era sábado y los que se encontraban de guardia, ociosos, estaban haciendo la charla en la entrada, poco dispuestos a atender a dos arquitectos medio locos interesados por unas arquitecturas que a menudo desagradan al común de la gente. Finalmente todos delegaron en una pediatra que, amablemente nos acompañó a ver el edificio y nos explicó el funcionamiento.

Mientras hablábamos en ese ambiente lujoso de mármoles grises y negros, nos dijo que era Sofía Bofill, la compañera de Antoni Miró. Nos quedamos más encantados aún con su compañía y nos invitó a tomar un café en el célebre mas Sopalmo al terminar nuestro trabajo del día. Nos quedamos más encantados aún con la Fàbrica y con esa ciudad admirable y magnífica que es Alcoi, una verdadera ciudad que se quiere a sí misma y donde tantos días subimos para conocer, estudiar, elegir y escribir sus edificios. (Si vais, no dejéis de ir a la casa de comidas Taberna Asturiana, en la calle de Ibi, un lugar buenísimo que nos recomendó Sofía: ¡hacen unos berberechos de vicio!)

Cuando llegamos a la masía ya era de noche. Sofía y Antoni nos atendieron a carcajadas y quedamos admirados con aquella masía grandísima restaurada con tantísimo cuidado a lo largo de muchos años, con las salas magníficamente instaladas destinadas a museo de la obra de Toni, con las herramientas y los instrumentos que utilizaba para pintar y grabar, hacer aguafuertes, objetos y esculturas, con la limpieza que lo invadía todo y con el orden que presidía los caballitos, las tablas y los estantes donde se alineaban catálogos de exposiciones realizadas en toda Europa y América, libros y papeles que hablaban de su extensa obra. Isabel Clara Simó ya ha relacionado este orden del mundo y el espacio de Antoni Miró con su obra. La obra de un creador de la noche.

Ese día nos enseñó la casa y nos habló de su obra. Del mural en porespan que hizo para las fachadas de la fábrica de su hermano, un inmueble que se quemó, con mural incluido, pero que evocó en un lienzo, con la pasarela que habían perpetrado delante. Hablamos de cosas así, aunque Toni Miró es persona de voz baja y pocas palabras. Lo es más de intensa e irónica mirada, con aquellos ojos de un azul clarísimo y aquella barba y larga cabellera de joven antiguo como dijo Pablo Serrano (de color más y más gris últimamente, ¡ay!). Evocadas por todos los cronistas que lo han conocido. Además, nos obsequió generosamente con algunos libros bonitos y catálogos de sus exposiciones.

Tomamos un café sentados en la mesa de aquella cocina comodísima de la antigua masía. Estaba también Jarque y hablamos de nuestro trabajo, de arquitectura. Recuerdo que discutimos con el apasionamiento de quien tiene claras sus ideas y las confronta a las del otro. Todo comenzó porque disentimos en la valoración de la intervención en el castillo de Cocentaina, que a nosotros nos había gustado y a él le parecía una catástrofe. De nuevo encontrábamos la incomprensión de una parte de la arquitectura moderna por parte de personas cultas y vinculadas al mundo de la cultura. ¡Qué le vamos a hacer! Pusimos el símil del cine: la película Viaje al principio del mundo de Manoel de Oliveira muy bien recibida por la crítica que a nosotros nos había aburrido muchísimo y a Jarque le había parecido fantástica. Difíciles cuestiones estas de los gustos artísticos de uno u otro colectivo. Sobre todo, últimamente, en temas de arquitectura, tanto si son obras de nueva planta como de intervención en obras ya construidas.

Todo el mundo, sin embargo, está de acuerdo en que el Sopalmo está muy bien. Después de algunos debates de aquellos que teníamos siempre con Justo, decidimos incluirlo en nuestra Guía como muestra de una arquitectura popular propia de aquellas comarcas que desaparece rápidamente y como muestra de una acertada intervención de restauración y rehabilitación.

Y curiosamente, unos meses después, un estudiante de aparejador de nuestra escuela nos pidió que le dirigiéramos su trabajo final de la carrera. Óscar, así se llama el chico, es de Alcoi y, como la mayoría de alcoyanos, lo practica. Trabajador de tipo y apasionado por su trabajo y por su procedencia, como tantos otros alcoyanos. Le orientamos, espero que con acierto, y ahora se ha pasado una temporada dibujando y tomando medidas del Sopalmo, con satisfacción de Toni Miró que tenía ganas de tener planos de su casa, pero también de Oscar que buscaba un buen tema para su trabajo fin de carrera.

El caso es que todo esto que cuento viene al caso porque el Antoni Miró me ha encargado que le introduzca la exposición de sus cuadros en Elx, al Passapoga que tiene la CAM en su edificio cultural, un edificio que fue Casino y sé que se salvó del derribo por un oportuno Catálogo de Edificios Protegibles que un servidor redactó en 1980 para el Ayuntamiento de Elx, el primer trabajo que hice en la Casa Grande, aunque no fue aprobado hasta el año 1982.

Pero no es fácil cumplir el pedido de decir algo sobre Antoni Miró. Se ha escrito tanto sobre él y lo han hecho tantos cronistas, como si los coleccionara, que se pueden añadir pocas cosas nuevas a esta avalancha de textos. Así que para darle la bienvenida a mi pueblo (yo, como los de Alcoi, soy de Elx y lo practico) pensé que podía contar la pequeña historia de nuestro encuentro y hacer con mis recuerdos de Antoni Miró un poco de literatura, que es de las pocas cosas que a veces todavía me acuerdo de hacer y que, de vez en cuando, aunque me gusta hacer, puede ser con un último intento de que no se pierda del todo nuestro tiempo con el tiempo que pasa.

RODAR PEL MÓN, ANTOLÒGICA 1960-1999

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