Un revolucionario
Clàudia Serra
“Si me permitís la expresión \ ¡Viva la revolución! Si me la permitís como si no, \ ¡Viva la revolución!
O.M.
Ovidi Montllor fue un actor, un cantante y un escritor de canciones de revuelta y de denuncia. Empezó a hacer de actor a los veinte años, con una compañía teatral de Alcoy, aunque no tardó en ir a Barcelona, donde actuó con grupos de teatro independiente y con las compañías Adrià Gual y Nuria Espert. En 1974 trabajó por primera vez en el rodaje de un filme y, apenas un año más tarde, ya tenía un primer papel en la película Furtivos. En paralelo, y sin descuidar cuenta nunca, llevó su carrera de cantante. O mejor dicho, de cantactor, porque lo que le distinguió siempre en el escenario fue la expresividad del gesto, la matizada modulación de la voz y la habilidad en la recitación. En 1968 grabó su primer disco, La fera ferotge —La fiera feroz—. Música y interpretó genialmente algunos poemas de Vicent Andrés Estellés. Pero su gran disco fue sin duda el que dedicó a los poemas de Joan Salvat-Papasseit.
Cuando preguntaban a Ovidi cuantos oficios había ejercido en total, él sin duda respondía satisfecho: “Treinta y seis, malhechos”. Y si le pedían qué, a continuación los enumeraba: “tejedor, chofer, mecánico, herrero, pastor de cabras, peluquero de señoras, vendedor de pescado, pescador de pescado, aprendiendo de decorador, en un almacén como peón, en el banco Urquijo haciendo algún trabajito de copiar cosas para un estudio sobre la industria textil, representante -muy mal, tres horas solo, este-urdidor ... “lo cierto es que toda esta trayectoria vital y inquieta lo condujo, finalmente, a ser un experto rapsoda y un artista genial
Ahora el pintor Antoni Miró, también alcoyano, le dedica una exposición, no sólo por lo que supuso Ovidi para él (un gran amigo), sino por lo que significa para nuestra cultura. Las obras de Antoni Miró nos permiten imaginarnos Ovidi en el escenario, cantando Garrotada (Varapalo) en swing, con aquella voz potente cuando decía Garrotada cantarem! “¡Varapalo cantaremos!”, que contrastaba con la que hacía al verso siguiente, fina, “La vida és tan preciosa”, acompañada de una sonrisa burlona que daba a la canción ese toque irónico y decepcionado, Que ens fa la mà nerviosa “que nos hace la mano nerviosa”. O recitando Carta a casa, con aquella ternura y añoranza que expresaban la cruda realidad del emigrante, la ausencia de los seres queridos, la escasez del dinero: “Te he enviado el dinero, \ como todos los meses. \ Por ahora no hay aumento. \ Paciencia, todo llega. \ Me he guardado unos cuantos \ para comprarme un abrigo. \ El invierno sin tu cuerpo \ es mucho más crudo. “O cuando cantaba las canciones en que proclamaba sus ideales sociales, sus convicciones políticas, como en la canción La camiseta, donde decía:” Quizás otro en las mis circunstancias \ ya hubiera cambiado de camiseta. \ Pero yo que me encuentro muy bien con ella, \ porque abriga, me la estime, \ y le ruego que no se me haga vieja.”
Dotado de las técnicas y de los trucos del actor, Ovidi interpretaba las canciones de una manera que nos las hacía vivir, con el pequeño gesto, con el timbre grave y cariñoso de su voz. Pero, sin duda, lo que más cautivaba de Ovidi era su mirada. Aquella mirada que representaba todos los hombres y mujeres que sufrían las consecuencias del franquismo. Aquella mirada que dejaba entrever, tras el pelo alborotado, su espíritu revolucionario.
El cantante Raimon, que era un buen amigo suyo, contaba que Ovidi, como solía actuar de noche, había cogido la costumbre de afeitarse al atardecer. Sin embargo, era un hombre más bien peludo y al día siguiente se levantaba con una barba que parecía de cuatro días. De modo que cuando Raimon y Ovidi subían al coche y se dirigían a alguna ciudad para actuar, la guardia civil siempre los detenía en la carretera, debido a los peines que hacía Ovidi.
Ovidi fue sobre todo un hombre valiente. Una vez perdida la Guerra Civil, mucha gente optó por olvidar la lengua, olvidar las ideas, olvidar la dignidad. Ovidi no sólo no hizo eso, sino que además habló por todos los valencianos que sufrían las consecuencias de una derrota.
Este verano de 2014, el señor alcalde de Gandía ha decidido desmontar la escultura 25 de abril de Antoni Miró porque recordaba la batalla de Almansa y tenía un carácter catalanista. Quizás ahora ya no hay dictadura, pero hay intolerancias heredadas y nuestra cultura en recibe continuamente los golpes, y por eso necesitamos Ovidi que levantan la voz diciendo: “Ya no nos alimentan migajas, \ ya queremos el pan entero.”