Del hilo a la randa
Carles Llorca
El espectáculo que ahora nos ofrecen los medios de comunicación, al darnos la cotización del dólar respecto a la peseta a cada hora y punto del reloj es, al menos, denigrante para quien tenga un poco de vergüenza. Porque no se trata de un sencillo ejercicio bursátil. Se trata de que debemos tener presente incluso para latir, todo lo que se esconde, brotando pero, detrás del símbolo.
A estas alturas, ya hace diez años que Antoni Miró nos hacía reflexionar a raíz del drama chileno, con la dureza desesperada y reflexiva de su obra que titulaba EL DÓLAR. Cuando aún la masiva propaganda imperialista enturbiaba las opiniones de la mayor parte de los «gurús» que padecemos, tan sólo había una mirada a los mercenarios y -¿por qué no?- a los traidores, que Miró modelaba y pintaba, para aclararnos la cabeza y librarnos de tanta insolencia y desvergüenza.
Está claro que Antoni Miró ya había profundizado años en las raíces del problema de opresión de los pueblos (Vietnam, 1968) y en el mismo hogar del dólar en ofrecernos la AMÉRICA NEGRA, donde podemos tomar el hilo que nos lleva a la su obra actual. Nunca este hilo no nos dejará olvidar su obstinada preocupación por la gente y la tierra que sufre opresión y los símbolos de esta.
Hay valencianos en nuestro País que, en respirar, no consiguen llenar a granel los leves, a causa de la misma opresión. Antoni Miró es uno de ellos. Es por ello que goza de una triste y dramática condición que lo hace los más adecuados para expresar y mostrar con profunda angustia las vivencias que le brotan del sí. Las huele con un olor hiriente para que las viva sufridoramente. Y las refleja en los ojos de un negrito, en los uniformes de los ciegos por dólar, en las lanzas de frente a los libros y pinceles...
Hoy nos muestra una obra más suntuosa, más trabajada, más «épatant». No os fiéis. Ante estas formas nuevas y brillantes divisa el mismo hilo, irónico ahora, sutil. De entre tantas sugerencias que tenemos a ojo, me gustaría elegir la de la opresión cultural. Nos decía en Sanchis Guarner con insistencia, que nosotros, los valencianos, somos una cultura. Que nos la quieren destruir, eso está claro. ¿Para darnos qué cosa? ¿Qué paradigma nos ofrecen a cambio? Nuestra destrucción. Esa es la sugerencia que elija.
Al final, tenemos delante arte. Y al otro lado, al de la literatura, ya hace tiempo que saben que quien tiene las raíces afianzadas a su tierra y vive sus problemas y angustias, se le entiende perfectamente por todas partes. Es un lenguaje universal.
Sopalmo, Agosto de 1983