A Antoni Miró, amigo
Àngel Fabregat
Te tengo en casa, Antoni, presidiendo
la alcoba donde duermo y escribo, donde a veces
lloro de noche buscando esas huellas
de un niño ilusionado que está muriendo.
Dos hombres desnudos, que apenas van viviendo,
llevan —muriendo o muerta— desnudas
las carnes de aquella mujer, a zancadas
de amor desesperado hombros hiriendo.
Dulcísimo peso de un pueblo también desnudo
lleváis a hombros junto con otros más
todo un País medio muerto, pintado por ti.
Quisiera yo, escribiendo, darle un beso
a ese País que quiero también yo llevar
con tantos amigos: Raimon, tú, Estellés...