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Burka-políptic

«¿Quieres dejar de pertenecer al número de los esclavos?

Rompe tus cadenas y aleja de ti todo temor y todo despecho.»
Epicteto

 

El mundo entero. Un mundo, tal vez. Una parte reducida del mundo posible de imaginar pero no de ver, al menos en condiciones de normalidad...

¡La ley! ¡La norma! ¡La costumbre! La imposible coexistencia por los caminos de la rebeldía. La fatiga infinita de un tiempo antiguo, y tan pesada de mantener sobre de los hombros...

¡La cultura! ¿Es la cultura? Es la herencia de la voz que glorifica la formalidad y la obediencia sin miramientos ni tregua...

¡El poder! ¡El poder y la acción de menospreciar! La nula eficacia de la palabra, pues todo es furia y traición a la inteligencia...

¡La aflicción permanente, tan oscura! ¡La impura servidumbre malquerida y punzante! La degradación a cambio de nada, y además inútil...

 

El artista Antoni Miró, con su “Burka-políptic, pinta la locura. Pone en evidencia el paradigma de la intolerancia sobre el ser humano; la violencia de un mundo que se derrumba por la base que sustenta el pensamiento lógico y cabal. Pinta la brutalidad que se corresponde con el totalitarismo del cero a la izquierda. Pinta la desgracia de la mujer afgana, que debe mantener el equilibrio imposible entre la condición personal femenina y el largo adiestramiento para determinarse como sujeto obediente: escondido bajo las ropas sangrientas de la impotencia. El Burka-políptic es una obra de Antoni Miró de 2010, construida en acrílico sobre lienzo, y que mide 486x456 cm., perteneciente a la serie Sense Títol. Es una obra mayúscula, tanto por las medidas imponentes que presenta, como por la profundidad de su mensaje crítico. Y de eso se trata en esta obra, de llevar a cabo un posicionamiento crítico de lo que les pasa a las mujeres en tierras de Afganistán. Y son, este políptico, doce imágenes de mujeres sin rostro, pues quedan escondidas (cubiertas) por el burka señalado de la ignominia. Sólo pueden mirar, las mujeres, por los agujeros pequeños que se insinúan a través de una pequeña red que existe ante los ojos presumibles e hipotéticos, y que viven tras el muro de la ropa. Es ésta una imagen policroma, una especie de pop crítico envenenado, para convertirse al fin en una enorme fuerza sobrecogedora que invita, al menos, a la piedad. También a la rabia ante la comprobación de lo que vale la vida de las personas: aquí y allá, en cualquier parte del mundo: «Si no existiera la tierra, ¿habría el Infierno?1 / Los instrumentos de tortura en el Infierno son obra del hombre...» Podemos aprovechar como material reflexivo este pequeño fragmento del poema El Infierno, del poeta polaco Czeslaw Milosz, pues nos sumerge en los precipicios que la conducta humana puede llegar a abrir en las entrañas de la tierra. Así el Burka del artista Antoni Miró nos aproxima a las fuentes del drama que se vive en Afganistán, por razones de dominación y de crueldad, y con motivo de la injusticia que se precipita sobre la condición humana. El color que resplandece en la obra del pintor aún inyecta mayor dosis de veneno en los círculos de la realidad. Son doce rostros. que no lo son, que nos interrogan acerca del silencio, de los miles de silencios hartos de complicidad culpable. Y no podemos apartar fácilmente la mirada sin sentirnos contraídos en el ánimo y también por la experiencia. La pintura que no es, ni de lejos, un objeto ritual decorativo, conlleva la suficiencia de lograr un pequeño fragmento de participación cívica. Aunque sólo sea durante el tiempo de la contemplación. Otra cosa será, también, la implicación sustancial en las causas que reclaman la disidencia: «[... Nos arrancamos los labios / y sacamos despacio el alambre / que nos ocupa las entrañas.]»2, dice con voz profunda el poeta Silvestre Vilaplana. La dureza en los labios, y en la boca toda, y en la garganta cuando emerge la saliva de la desazón, y en el estómago dañado por tanto espasmo,son una constante ante la evidencia del dolor y de la opresión que lo nutre. El Burka de Antoni Miró son miles de burkas que esconden la condición primera de vida; son la sustancia impenitente de las sociedades alienadas y encantadas de ser como son: brutales y prostituidas por las ganancias que proporcionan las estrategias de la guerra. Pero ya no se sabe de qué guerra hablamos ..., tal vez de todas las guerras que amparan los beneficios económicos, y luego miran contra qué objetivo dirigen sus ametralladoras.

Y cuando vemos el Burka del artista Antoni Miró, cuando nos ponemos frente a su propuesta nada nos supone una posición estática, nada nos invita a pensar en el vacío de la pena, nada nos vincula al miedo del silencio. La obra del artista, al contrario, nos proyecta, desde la sombra umbría de una noche inmensa, hacia la tierra sin fronteras, hacia la necesidad de evidenciar el corte de los razonamientos raquíticos, no obstante. Nos deposita en las manos nuevas tierras donde sembrar ternura, piedad y armonía. Con las manos de dedos poderosos libramos, oh sacrilegio !!!, la carcasa infernal que sufraga el estigma de la nada. Libramos los ojos pavorosos y ávidos de luz, para rehacer, bien juntos, el camino de la naturalidad, quizá también el camino de la esperanza. Miramos, pero vemos, todo lo que hay detrás, dentro del baúl cerrado de la historia de las pesadillas y del terror: «¿Por qué no dejar que el azul resbale / sobre los espacios acotados por las fronteras?»3, pregunta, ahora, el escritor Silvestre Vilaplana y Barnés. El azul, como metáfora de los espacios abiertos y francos, sinónimo de libertad o sufragio por la vocación de un vivir intenso lleno de vida. Las fronteras ..., quizás la leyenda que nunca debería haber sido escrita, pues el mundo, todo el mundo, es de la humanidad.

Y lo que interesa, lo que puede interesarle al pintor Antoni Miró, es la disponibilidad de los espectadores acerca del análisis que él mismo lleva a cabo. Primero la idea, después la obra que la sustancia, por último la contemplación y valoración del espectador. En la toma de contacto del autor sigue la necesaria identificación de los postulados que la identifican. Es decir, deshacer el nudo, o el entramado, para incorporar el hecho cultural pictórico en la conciencia individual de cada uno que lo observa. Realidad y cultura de la mano, y la voluntad de decir al viento de las montañas que es posible la labor social que supone la síntesis de ambas: «Mientras tanto, ¿qué es lo que piensas tú, alma remordida de un empalado vivo?»4, dirá Rafael Alberti, interpelándonos ante la contemplación de la descomposición que supone la desgracia ajena. Así también, el pintor Antoni Miró propone que miremos el mundo tal como es, e ilumina su propia mirada a partir de la pintura que traza la imagen definitiva de la compasión, de la proximidad y de la autenticidad. 

 

1. Milosz, Czeslaw, Travessant fronteres, Antologia poètica 1945-2000, traducció del polonès i introducció de Xavier Farré. Ed. Proa, Barcelona 2006, p. 206

2. Vilaplana, Silvestre, Bagatge de tenebres, (Obra guanyadora del segon premi de poesia «Ciutat de Torrent», 2007), Tabarca Llibres, València 2008, p.58

3. Vilaplana, Silvestre, Calendari de silencis, (Premi Nacional de Poesia Fundació Miguel Hernández, 1999), Ed. Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, 2000, p. 62

4. Alberti, Rafael, Sermones i moradas, en Cal i canto, Ed.Losada, Buenos Aires 1977, p. 130

Josep Sou

BURKA POLÍPTIC 2010/ Afganistà (Acrílic s/ llenç, 334x694-políptic)Antoni Miro