«El dólar» una revulsión plástica
Jaume Fàbrega
Se ha dicho que Antoni Miró cultiva un arte político, documental, de compromiso social, porque, en su obra, estos son, seguramente, los aspectos más evidentes. Frente a ello habría dos actitudes despreciables: de una parte, un rechazo «exquisitamente» reaccionario, en nombre de unos supuestos principios «eternos» del arte o, por otro, una actitud beatamente acrítica, que confundiera las propias simpatías sociopolíticas con lo que es propio del lenguaje artístico.
Sería necesario, en este sentido, precisar dos cosas: 1) el arte como lenguaje autónomo, tiene sus propios códigos -lingüísticos, estéticos, etc.-, que hacen que, como ya señalaba Marx, las esculturas griegas, producidas dentro del contexto de un sistema de producción muy diferente del nuestro, todavía nos siguen interesante... y 2) sentado lo anterior, también es un hecho que cualquier forma artística o cultural es un reflejo de las contingencias de su tiempo y de la su sociedad. O, dicho de otra forma, todos los lenguajes artísticos, aunque no lo pretendan son políticos. Lо es, por ejemplo, el aparentemente tanto angélica pintura paisajística de salón, que no hace más que dar a la burguesía, más analfabeta, la imagen falsa, idílica e idealizada que tiene del mundo. Y lo es, también, la pintura abstracta, mal vista por los franquistas y perseguida por los nazis y estalinistas, y finalmente recuperada por los sectores más «ilustrados» de la cultura burguesa.
Dicho esto, los que piensan que en el arte el ingrediente de lucha también es importante, tenemos derecho a reconocernos ya sentir como nuestros artistas que, como Antoni Miró, de una forma avanzada y valiente cívicamente conectan con nuestras mismas preocupaciones, a la vez ciudadanas y artísticas.
En Antoni Miró, justamente, se da una plena identidad y coherencia entre ciudadano —que lucha por los Países Catalanes, contra el imperialismo y el opresión— y artista —que se bate para nuevos lenguajes, revulsivos y plenamente identificados con nuestra época—.
La serie «El Dólar», precisamente, es un ejemplo bien claro. Es, de un lado una denuncia explícita, a la vez puntual y universal, contra el imperialismo, la violencia, y las agresiones de este sistema de valores sobre la vida cotidiana. Del otro, constituye una valiente exploración de nuevas técnicas y nuevos lenguajes. Con formas plásticamente precisas y técnicamente de una rara perfección, Antoni Miró explora desmitificadoramente los códigos del realismo y de la cultura de masas y, desalienantemente, ciertas formas de la misma historia del arte.
El resultado final, enmarcado dentro de una obra que, en conjunto, es de las más interesantes, coherentes y renovadoras que se hace hoy en los Países Catalanes, es, también, de un espléndido valor plástico y de una revulsiva contundencia.